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Una sumisa

El tren. 2ª parte

Algo frío y húmedo recorriendo su cuerpo la despertó. Un movimiento bajo sus pies hacía que se menease ligeramente de un lado al otro. Un zumbido sordo le entraba por los oídos. Entreabrió los ojos y vio Su cara. ÉL estaba allí. Tardó unos instantes en reaccionar, en saber dónde estaba y qué hacía allí. Trató de buscar imágenes en sus recuerdos que le hicieran saber qué había pasado, pero tan solo logró recordar la estación, al joven, la cafetería y de pronto a Él guiándola hacia su compartimento. No había imágenes de lo que había sucedido, tan solo oscuridad y mucho placer y excitación al recordar y tratar de imaginar la escena. Siempre le ocurría lo mismo cuando le vendaba los ojos. Su imaginación hacía que se mojara solo con imaginar la visión del placer que sentía.

Giró la cabeza a su alrededor tratando de ubicarse. Seguía en el compartimento, todavía no había amanecido y estaban solos, Él y ella. Seguía desnuda, en el suelo, con el collar alrededor de su cuello. Él estaba a su lado, con una toalla húmeda limpiando los restos de semen que se habían quedado pegados sobre su piel. Al ser consciente del ritual de lavado cerró los ojos y sonrió, le encantaba que su Amo la cuidase de aquel modo.

“Lo pasaste bien, ¿verdad pequeña?”

Ni tan siquiera contestó, asintió con la cabeza y se abandonó a la dulzura de Sus manos recorriendo su piel.

“Ahora lo pasaremos bien los dos…solos…”

Esa afirmación hizo que abriera los ojos. Le miró. Vio el placer y la lujuria reflejados en su mirada. Analizó su expresión. Estaba tranquilo, contento, y a la vez ansioso. Algo tenía en mente, lo sabía por aquella manera de sonreir que tenía cuando tenía algo preparado. Quiso mirar un poco más a su alrededor para ver si conseguía adivinar algo de lo que Él tenía en mente, pero no le dejó. Cogió su cara con sus manos, la miró a los ojos y mientras le daba un beso en la frente le susurró “vamos, es la hora”.

Tomo un pañuelo del suelo y se lo puso sobre los ojos con delicadeza, una delicadeza que contrastaba con la fuerza con la que lo ató a su nuca.

Una vez más oscuridad. Una vez más a Su merced. Una vez más para Su disfrute. Como debía ser.

La cogió de la mano y la ayudó a levantarse. Una vez estuvo en pie le puso las muñequeras de cuero mientras recorría sus brazos con delicadeza. Levantó sus manos y las enganchó a unos mosquetones. Después bajó Sus manos por su espalda hasta que llegaron a sus nalgas. Allí paró, le acarició el culo y lo estrujo con sus formes manos. El primer gemido salió de su boca.

“Tranquila cachorra, aún no hemos empezado. Reserva fuerzas.”

Consciente de lo excitada que empezaba a estar, Él se apresuró a ponerle los grilletes. Le separó las piernas y los ancló a otros mosquetones. A ella le encantaba esa postura, ligeramente inclinada hacia delante, con las piernas abiertas, expuesta…para ÉL.

Noto Sus manos recorriendo cada milímetro de su piel, su aliento sobre su nuca, Sus caricias sobre su pelo, el roce de Su camisa en su espalda desnuda.

Por unos segundos dejó de sentirle y pensó que se había ausentado, pero pronto escucho unos ruidos tras de sí.

“Cuenta para mi cachorra”

Esas fueron Sus palabras antes de que sintiera el cuero sobre su culo.

“Uno, mi Señor” contestó ella al primer golpe de cinturón.

“Dos, mi señor” continuó.

Otra vez Sus manos sobre su piel, apaciguando el calor del cuero sobre su culo. Aprovechó para retomar la postura y exponerse mejor ante Él.

“Tres, mi Señor”

Esta vez su voz empezó a temblar, no se había preparado para esto y Él no estaba siendo delicado. Continuó azotándola y alternando caricias tras algunos golpes. Ella disfrutaba del dolor y el placer que se entremezclaban con cada roce sobre su piel.

“¿Quieres que pare, mi puta?”

“No señor” se le escapo presa de la excitación.

“¿Cómo has dicho?”

“Perdón…”

No pudo acabar la frase, el siguiente golpe de cinto, más fuerte que cualquiera de los anteriores hizo que se le quebrara la voz y se retorciera. Una vez se recompuso añadió: “Perdón mi Señor, quise decir que si es su deseo parar, pararemos”

“No, vamos a seguir un poco más. Creo que te gusta, ¿no es así?”

“Sí mi Señor, me gusta”

Y era verdad, cada golpe con el cinto la mojaba más y a punto estaba ya para correrse.

Continuó con la sesión de azotes mientras ella seguía contando en voz alta.

Justo en el momento Él noto que estaba lista para correrse y le dio permiso: “¡Ahora! Córrete ahora”

Y le dio el golpe más fuerte de todos que hizo que ella soltara un gemido de placer y su sexo empezara a chorrear. Trató de apretar las piernas para sentirlo más, pero las cadenas no se lo permitían, se dejó caer ligeramente, con los brazos tensos y sujetos por las esposas y se retorció de placer.

Apenas había terminado de saborear el placer del orgasmo, cuando notó como Él la penetraba con dureza. Aún atada de las cadenas, su cuerpo se bamboleó, pero Él la sostuvo con firmeza cogiéndole fuerte de las tetas. Mientras la follaba Sus manos retorcían sus pezones y sus dientes mordían su cuello. De vez en cuando una mano abandonaba su pecho para darle de nuevo un azote en su ya más que caliente culo.

Sin parar de follarla salvajemente le quitó la venda de los ojos.

“Mira, abre los ojos.”

No se había percatado de que el tren había parado, estaban en una estación y ella estaba ante la ventana. Él aminoró la marcha de las embestidas y se recreó con sus pechos. Ella notó la mirada de los viajeros que estaban en el andén clavada en ella. Mientras su Amo la estaba usando a Su placer, follándola, retorciéndole los pezones, azotándola y mordiéndola, los pasajeros estaban ahí fuera, al otro lado del cristal. No pudo evitar sentir vergüenza. Tan expuesta, tan público, tan…humillada.

Un viajero se percató de la situación y se acercó al cristal, apoyando las manos en la ventanilla para ver mejor. Como un imán atrajo a dos personas más que se agolparon ante la ventanilla y observaban tan hermosas vistas. Ella cerró los ojos y volvió a sentirle a Él, Su polla penetrándola, Sus manos azotándola, Su aliento en su espalda.

El tren volvió a ponerse en marcha y Él volvió a embestirla con dureza. La agarró por el pelo haciendo que se moviera más acompasada a Sus movimientos, tirando a la vez del collar para que ella notara la presión sobre su cuello. Le costaba respirar y sentía que se iba a volver a correr. Aparecieron en su mente aquellos hombres pegados a la ventanilla, babeando con la boca abierta. Notaba Su polla cada vez más al fondo y Su mano agarrándola fuerte del collar y del pelo. Con la otra le propinó otros cuantos azotes y finalmente se corrió. Noto cómo su semen la calentaba por dentro y apretó con fuerza los músculos de la vagina. Otro azote. Esta vez más suave, más dulce, y después un beso en el cuello, tierno.

Le quitó los mosquetones que unían sus manos y pies a las cadenas e hizo que se diera la vuelta. De inmediato ella se arrodilló, cogió Su pene entre sus mano y comenzó a chuparlo, a limpiarlo. Elevó la mirada y sonrió mientras lo hacía. Él le devolvió la sonrisa y se sentó reclinándose hacia atrás para disfrutar de su boca mientras terminaba de limpiarle.

“Espero que te haya gustado la sorpresa cachorra. ¿De verdad pensabas que iba a dejar que hicieras este viaje sola?”

“Gracias Señor” dijo ella con una sonrisa y una cara radiantes. Y continuó limpiándole.

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