Blogia
Una sumisa

Dom/sumi ¿se nace o se hace?

A menudo leo comentarios en los que sumisas y Dominantes manifiestan que su condición casi nació con ellos, que fueron conscientes desde siempre de que había algo en su naturaleza que les predisponía al dolor, al control, a la humillación o cualquiera que sea la rama de este mundo que han elegido.

En mi caso no creo que fuera así. Para mi este mundo fue algo que fui descubriendo poco a poco, mezcla de azahar y curiosidad. Naturalmente, y como ya comenté en su día al comenzar este blog, en mis primeros encuentros sexuales sentí emociones que no supe identificar, como el deseo de sentirme “guiada” o el morbo del exhibicionismo, pero esas sensaciones son muy habituales en cualquier persona incluso en el mundo vainilla. Muchas mujeres prefieren ser la parte “débil” de la relación, muchas mujeres sueñan con exhibirse en público (con sus parejas o sin ellas), muchas mujeres fantasean con juegos de roles, pero no por ello son sumisas ni quieren serlo. 

Cuando comencé a ser consciente de que había determinadas prácticas o conductas que me excitaban más que otras, mi respuesta inmediata fue ocultarlas y tratar de que fueran eso, meras fantasías. No les di demasiada importancia la verdad.

Con el tiempo fui aprendiendo que todas esas imágenes que me venían a la mente estaban dentro de las fantasías más comunes de las mujeres: tríos, exhibicionismo, sexo duro, jugar con los sentidos, etc.

No voy a caer en el tópico de decir que las relaciones sexuales no me llenaban y que me faltaba algo, no sería del todo cierto. Yo disfrutaba con el sexo, como cualquier persona durante su adolescencia, en algunos casos disfrutaba más, en otros menos, pero no me planteaba que me faltara algo. Buscaba el sexo, lo disfrutaba y aprendía cada día.

Yo por aquella época no era una gran aficionada al porno. De vez en cuando le cogía revistas o cintas de vídeo (sí, de aquella aún eran VHS o Beta) a mi hermano y me recreaba, pero lo cierto es que no me atraían demasiado, prefería mi imaginación junto con algo de lectura. Leía mucho y lo cierto es que encontraba a menudo erotismo en lecturas que se alejaban mucho de ser eróticas.  Lo mismo me ocurría con las películas, veía algunas imágenes con otros ojos a los de la mayoría. Algunas imágenes de “Cazafantasmas” o de “El baile de los vampiros” están todavía en mi cabeza como algunas de las que más me han despertados sueños y fantasías.

Poco a poco iba experimentando y descubriendo, pero el cambio, el punto de inflexión no se produjo hasta que un buen amigo me abrió los ojos a otro mundo. De su mano fui conociendo lo que era este mundo, despertó en mi curiosidad y comencé a leer y a devorar artículos. Leía todo lo que caía en mis manos: novela, relatos, artículos, estudios… Comencé a entrar en redes sociales y a conocer algo más todo lo que entrañaban las siglas BDSM. Recuerdo que al principio determinadas cosas que leía me causaban miedo e incluso repulsión, pero muchas otras despertaban en mí una curiosidad aún mayor. Me convertí en asidua de chats y blogs, y puesto que nunca ha sido parte de mi naturaleza el preguntar, me dedicaba a observar y a analizar.

Yo no comencé leyendo al Marqués de Sade, ni libros de culto como “La Venus de las Pieles” o “Historia de O”; comencé leyendo relatos y novelas que reflejaban un mundo fácil y asimilable del BDSM: azotes, cuerdas, cera, sexo duro… En cierto modo me alegro de haber comenzado por ahí, ya que de otro modo quizás hubiera salido corriendo…o quizás no, nunca se sabe. La cuestión es que a medida que se me iban abriendo los ojos yo iba buscando información y me iba empapando con todo lo que estaba a mi alcance. Es posible que me hubiera tocado vivir todo aquello ahora, hubiera devorado la tan criticada trilogía de "50 sombras de Grey", ¿por qué no? (De hecho la he leído, por supuesto). A mi modo de verlo, las personas que hoy descubren o quieren descubrir este mundo lo tienen mucho más fácil. Encontrar determinada literatura o manuales en su día no era fácil, yo misma he estado años esperando a que se reeditaran algunos libros, rebuscando en tiendas de segunda mano y en internet; y sí, gracias a este boom que ha surgido se han reeditado y he podido hacerme con ellos. El inconveniente es que cuanto más material hay, más hay que cribar, pero eso es algo que ya cada uno debe hacer.

Volviendo al tema, con tanta lectura, tanto artículo, tanta información que recopilaba, me asaltaban mil dudas. Tenía cientos de preguntas, pero no me atrevía a hacerlas por miedo a que se burlaran de mí por “novata”, por miedo al rechazo. La única persona a la que me atrevía a preguntar era a Él, pero tampoco lo hacía abiertamente ni tan a menudo como deseaba por el mismo motivo, tenía miedo de mostrarle lo que era, una chica que apenas conocía nada y que estaba abrumada con la cantidad de información que llegaba a mis manos, sin saber muy bien cómo analizarla ni qué hacer con ella.

Para mí, al principio, BDSM era sinónimo de juegos de roles, azotes y ataduras torpes. La idea de que derramaran cera caliente sobre mi piel era algo que no es que no me atrajera, es que me daba miedo. En mi mente los azotes no debían doler, sino ser algo más parecido a las caricias. Las cuerdas que me ataban no debían dejar roces o marcas sobre mi piel. En definitiva, mi primera imagen del BDSM poco o nada tenía que ver con la realidad o con la que pueda tener ahora.

Con el tiempo elaboré una recopilación de normas básicas, prácticas con sus recomendaciones, códigos de seguridad, listados de posturas para sumisas, etc. Todo ello me llevó tiempo, pero me ayudó a ir asimilando poco a poco en el mundo en el que me estaba metiendo. Me ayudaba a estar más segura durante las “sesiones” que tenía con Él.

Mirando atrás, ahora pienso que llamar a aquellos encuentros “sesiones” quizás es algo desproporcionado, pero pensándolo bien en aquel momento yo daba todo de lo que era capaz entonces, lo mismo que hago a día de hoy.

Gracias a esas “sesiones”, a la confianza que me proporcionó descubrir el BDSM poco a poco y de Su mano, hoy puedo decir que adoro este mundo, que es algo que siempre formará parte de mi vida y que me queda mucho por aprender.

Sí, mi visión ha cambiado. La cera me gusta caliente y que queme, los azotes que piquen y las cuerdas que dejen marca. He descubierto que el dolor me da placer, que sentirme usada y humillada me excita y que cuanto más placer soy capaz de provocar mejor me siento. Pero todo es fruto de años de búsqueda y de práctica, de mucho leer y de ir descubriendo. Si al principio me hubiera topado con alguien que me hubiera dicho “el BDSM duele, olvídate si lo que buscas es que te venden los ojos y te follen duro” es posible que no hubiera llegado a donde estoy. Es posible que de no haberle conocido a Él no hubiera despertado y experimentado las fantasías que aparecían en mi mente. Es posible que si una sumisa o un Dom de aquellos a los que yo veía como algo sublime y a los que veneraba me hubieran llamado “niñata” por pensar que el BDSM eran azotes y sexo duro, me hubiera dado media vuelta y jamás habría llegado a donde estoy, a ser lo que soy y a vivirlo como lo vivo.

Lo que quiero decir es que, al menos en mi caso, no nací aprendida. Descubrir placer en cosas tan banales como una venda en los ojos me condujo a otras prácticas cada vez más intensas, más dolorosas, más humillantes, pero también más placenteras.

El BDSM no deja de ser un modo de vivir la sexualidad y de vivir la vida como cualquier otra. Con mil y una prácticas y variantes que no se excluyen. Las personas que estamos dentro somos eso, personas, y nos merecemos el mismo respeto que cualquiera. Ni los practicantes de BDSM somos depravados o estamos enfermos, ni las que no lo practican son ignorantes o santos. Lo que cada uno sea no depende de las prácticas que lleve a cabo, sino de su forma de ser para con los demás. No creo que nadie sea más o menos por realizar unas prácticas u otras. Al final para mí lo importante es la persona que hay detrás. Yo no necesito que me etiqueten ni etiquetar a nadie, yo necesito saber que lo que hago me gusta y que con quien lo hago también disfruta. El resto deberían hacer lo mismo, olvidarse de etiquetas, de “intromisiones”, de calificativos, de estereotipos, en definitiva, vivir y dejar vivir, que ya bastante tenemos cada uno con lo que nos toca, ¿o no?

P.D. No sería lo que soy sin la ayuda de todos aquellos que me encontré y me sigo encontrando en el camino, para bien y para mal, y por supuesto no habría llegado a donde estoy de no haber podido contar con Él. A todos, de un modo u otro, gracias.

0 comentarios