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Una sumisa

¿Por qué hago lo que hago?

 

Esta es una pregunta que viene a mi mente a veces y que debido a mi forma de ser me provoca muchos quebraderos de cabeza.

Lo cierto es que de naturaleza soy una persona a la que le gusta agradar a los demás, pero siempre con unas ideas y principios firmes que no me gusta contradecir.

Al igual que a los nipones, a mi no me gusta la palabra “no”, me resulta hiriente y grosera, y siempre he tratado de evitarla, lo que a menudo me ha llevado a situaciones poco agradables, pero también a otras muy placenteras. De hecho, a pesar de haber evolucionado algo en ese aspecto, aún es hoy el día en el que me cuesta pronunciarla, sin ir más lejos este fin de semana.

El hecho de ser como soy hace que cada vez que en mi mente aparece un “no” que por el motivo que sea no soy capaz de verbalizar, acudan después muchas sensaciones, sentimientos y preguntas que me hace replantearme una y mil veces las cosas y pensar en sí debí haber sido más fuerte y haber pronunciado ese “no” en voz alta.

En lo relacionado con mi sumisión esa incapacidad de decir “no” ha sido el principal detonante para encontrarme donde me encuentro, por lo que no puedo decir que me hubiera gustado ser de otro modo. Estoy contenta con mi situación actual, no me arrepiento de haber llegado aquí y de cada una de las cosas que he experimentado y practicado he sacado algo; no diré aprendido, pues a menudo hace falta más práctica para aprender, pero sí que he sacado algo.

Uno de los primeros momentos en los que estos enfrentamientos aparecieron en mi mente fue la primera vez que recibí azotes. Mi mente me decía que no los quería, que no me gustaban y que no los disfrutaba, pero por más que mi Amo me preguntaba si me dolía, si quería que parara, yo no era capaz de decirle que sí, que dolía y que no quería más. Nunca me he considerado masoca, no me gusta el dolor, al menos eso es lo que siempre me ha dicho mi mente, pero por el contrario, después de tantos años, sigo sin decir que no a bofetones o azotes, pues sé que a pesar de todo después me sentiré orgullosa de haberlo soportado e incluso disfrutado al sentir que Él así lo ha hecho.

Imagino que todo esto quizás deja patente que la respuesta a la pregunta inicial sería que lo hago por Él, pero no es del todo cierto. También lo hago por mi, porque sé que me atormenta más el sentirme fracasada o débil que el remordimiento de lo vivido.

Pero creo que en cierto modo también es una autodefensa, un modo de que en el caso de que a mi mente le dé por contradecirme y “regañarme” yo tenga un razonamiento por el cual no sentirme directamente responsable. Es complicado, pero es la dinámica de mi mente en todas y cada una de las decisiones que tomo.

Por suerte sé que esto no ocurre con todo el mundo, hay a gente a la que me resulta mucho más sencillo decirles que no en situaciones similares, pero eso también me da una pista. Si con otras personas el “no” me resulta más sencillo de pronunciar, quizás es que en el fondo es con Él con el que no lo quiero pronunciar. Y no del todo incierto, creo que mi afán de superación y mi constante búsqueda de Su aprobación, satisfacción y reconocimiento me llevan a probar prácticamente todo aquello que Él me proponga.

Sé que de ser otra persona ahora mismo no me aventuraría a determinadas prácticas, sé que de ser otro mi vida se asemejaría más a la de una persona vainilla, y es que necesito mucha confianza para “dejarme llevar”, necesito complicidad para ser capaz de relajarme y tratar de disfrutar ante lo que mi mente se niega en un principio. De hecho en los momentos en los que por el motivo que sea me encuentro distante de Él no hay mucho que fuera capaz de hacer o “dejarme” hacer, en esos momentos estoy segura de que el “no” saldría por mi boca…y lo ha hecho en alguna ocasión.

La verdad es que no me preocupa saber si lo que hago lo hago por mi o por Él, de hecho supongo que lo hago por nosotros; a mí lo que realmente me preocupa es no ser capaz de desconectar mi mente después para que no analice todos y cada uno de los aspectos de la situación al haber dicho “sí”. Ella se empeña en argumentar que mis principios son opuestos, que por ejemplo el dolor no me gusta, por lo que no debería aceptar. Eso es lo que realmente me tortura, estar “obligada” a analizar y diseccionar cada uno de los detalles de las veces en las que ella dijo “no” pero yo dije “sí”. Y lo odio porque yo no me siento culpable ni me arrepiento de haber dicho que sí, pero hay algo en mi interior que no cesa en su empeño de poner en duda mis sentimientos, y eso sí que es algo a lo que con mucho gusto diría “no” si me fuera posible.

4 comentarios

akasha{A} -

Muchas gracias por tomar el tiempo de leerme...sin duda desear ser Su sumisa y ser merecedora de ello es un gran comienzo, es cuestión de paciencia, constancia y confianza, que Él sepa guiarte y tu quieras y desees seguirle ^^ Muchas suerte en tu camino aisha

Aisha Sumisa -

Soy una novata,leo atentamente todos tus comentarios.. Estoy en el proceso del protocolo, disciplina,me cuesta bastante.. Pero quiero ser sentir me una sumisa, quiero ser la sumisa d mi Señor

akasha{A} -

Creo que ya te lo dije alguna vez, me siento identificada en muchas cosas contigo, y por eso posiblemente me ayude tanto leerte, es como verme desde fuera a veces y me da otra perspectiva ^^
Gracias por escribir y por supuesto gracias por leerme ^^

Peusilla -

Ay, cuánto nos parecemos. Ese mismo proceso con el "no" me ocurre a mí, sobretodo con Él, no soporto decirle que no, aunque Él no se enfade si lo digo, yo me siento tremendamente frustrada y enfadada conmigo misma, a lo que Él me regaña siempre: "¡No puedes ser tú más dura contigo misma que yo!¡Me ofendes y lo tienes prohibido!" A ver si algún día soy capaz de cumplir esa prohibición jaja