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Una sumisa

Ella y yo...

Más de dos horas ante una pantalla, repasando cientos de fotos y escritos, cientos de momentos vividos, cientos de sueños e ilusiones. Reviviendo vidas que parecen de otros, mirando a los ojos a mi yo de hace años y escuchando atentamente lo que decía por aquel entonces.

Curiosamente poco ha cambiado. Las personas siguen siendo las mismas, y los sueños siguen siendo los mismos. La gran diferencia es que ella sí creía en ellos y yo ya no.

Supongo que las necesidades cambian. Ella estaba dispuesta a todo a cambio de que alguien la hiciera sonreir, verse guapa y atractiva. Habría (y de hecho hizo) de todo por conseguir la atención de quien quería. Arriesgó y se enfrentó a muchas cosas y personas por conseguirlo, y lo consiguió, aunque no del modo que ella quería, pero se conformó, y posiblemente por eso estoy yo ahora aquí sentada ahora. Porque no se hasta qué punto todo aquello la hizo feliz.

Ella y yo sabemos lo que hubo de sufrir y también lo que disfrutó, las dos sabemos las lágrimas que derramó, por placer y también por dolor y frustración.

La verdad es que en eso seguimos siendo muy parecidas. Cabezotas e impulsivas. 

En el fondo las dos queremos lo mismo, y no es un Amo, nunca lo fue.

En el fondo las dos sabemos que merecemos lo que anhelamos y pensamos que es posible, pero no nos lo creemos. Ella llegó a creerlo, llegó a rozarlo incluso con la punta de sus dedos, pensó que lo había conseguido, pero se esfumó como siempre...sin motivo ni razón, sin explicación y dejando mucho dolor.

Tras cada una de esas veces que ha visto desparecer su sueño se ha derrumbado, ha llorado, ha pataleado, le ha dolido el alma y le ha dolido el corazón, pero siempre ha salido. Yo también.

Y aquí estamos de nuevo, las dos, con sueños similares, pero más cautas, más desconfiadas, más observadoras y sí, también más reservadas, porque al final yo no dejo de ser la misma de aquellos maravillosos primeros años, la que se ilusiona cuando ve un atisbo de futuro, la que se pone nerviosa ante un nuevo día, la que desea superarse cada vez, la que en el fondo sueña con volver a sentir esas manos sobre su piel, esa voz clavada en su mente y esa sensación de orgullo, deseo y protección que la acompañe a lo largo de todo el día.

Somos la misma, pero ella sigue creyendo que es posible, yo ya no.

Somos la misma en la misma piel, y eso hace que sigamos manteniendo esta encarnizada batalla por conseguir un imposible para mi y un ideal para ella. Un compañero de viaje, un amigo, un protector y un guía, una persona que comparta más que una cama con nosotras, que nos entienda a las dos y que nos sepa domar también a las dos. 

Hace años eso era más fácil, solo estaba ella...ahora también estoy yo.

Ella quiere un Amo, ella quiere jugar, ella quiere ser usada y satisfacer, quiere cuerdas, cera, saliva, mordazas, plugs, varas, pinzas, correas...

Yo quiero un amigo, yo quiero un compañero con quien compartir mi vida más allá del BDSM, porque para mi no es solo cama, doma, castigo y placer, para mi no tiene sentido vivirlo a veces, a escondidas, sin compartir.

Yo no quiero un Amo como quien quiere un juguete. Porque tampoco yo soy un cachorro que no vaya a crecer. Crezco y mis necesidades cambian, evoluciono y cada día quiero aprender más.

Quiero...queremos...y somos dos a quienes satisfacer...y somos dos con quien pelear...y en el fondo somos la misma...la que se sintió dolorida, abrumada, avergonzada y feliz después de aquella primera vez...la que se siente feliz cada vez que siente que lo hace bien...la que se castiga cuando no llega esa mirada y ese gesto de aprobación...la misma niña, ahora con cuerpo de mujer, con tanto dentro para dar, tanto deseo de servir y tantas dudas grabadas a fuego con el paso de estos años.

Ella y yo, la misma pero tan diferentes y a la vez tan parecidas.

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