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Una sumisa

El baño

Habían pasado los días y ella no había vuelto a saber nada de Él. Después de aquel primer encuentro ella se había quedado ilusionada y con ganas de repetir, de volver a encontrarse con Él, pero no quería molestarle llamándole, y lo que era aún peor, el temor a no haber estado a la altura la aterraba.
Otro Amos se habían interesado por ella en aquellos días, pero ella no podía dejar de pensar en Él, no se lo quitaba de la cabeza, y no quería hacerlo. Había luchado mucho por encontrar a la persona especial, a alguien con quien conectar en lo personal y en lo pasional y creía haberlo encontrado y no quería dejarlo escapar.
Decidió dejar pasar los días y esperar a que fuera Él quien contactara con ella; eso sí, el día que requiriera de su presencia ella estaría lista y dispuesta y algo le decía que ese día llegaría. Así pues continuó con su rutina, con su trabajo y con sus amigos, siempre con un pedacito de su cuerpo de su mente entregados a Él aunque Él no lo supiera. Hasta que por fin un día le llegó un mensaje que le advertía de que estuviera preparada, que pronto recibiría órdenes para encontrarse con Él. Una vez más, como en aquel primer encuentro, un hormigueo le recorrió el cuerpo, no sabía qué hacer, qué ponerse; estaba nerviosa a la par que ansiosa por volver a someterse a Sus deseos. Decidió que lo mejor sería tomarse un baño relajante, de modo que preparó el baño. Se desnudó, se sumergió en el agua llena de espuma y cerró los ojos. No pudo evitar comenzar a fantasear con Él y recordar su primera sesión. Volvió a sentir sus manos, volvió a oír su voz en su cabeza, volvió a experimentar el calor de la excitación en su cuerpo y comenzó a excitarse. Casi sin darse cuenta comenzó a acariciarse. Recorría su cuerpo con sus manos, desde el cuello hasta su sexo pasando por sus pechos y su vientre; se mordisqueaba los labios y fantaseaba con que las manos que la tocaban no eran las suyas sino las de Él. Cogió una de las velas que la alumbraba y comenzó a echarse cera por los pechos; sus pezones se pusieron duros. Entreabrió los ojos para ver el color de la cera sobre su piel, le gustaba el contraste. Siguió echándose cera y sumergiendo y restregando su mano por su sexo. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba con uno de sus juguetes en la mano. Lo chupaba como si aquel falo fuera el de Él. Lo lamía y luego se lo metía en la boca. Estaba muy caliente. Mientras se penetraba con aquel consolador seguía echándose cera por encima. Puso las piernas en los bordes de la bañera para meterse aquel miembro de plástico lo más profundo que pudiera. ¡Dios, cómo le gustaría que fuera Él el que la estuviera follando y no un pedazo de plástico! No podía apartar Su imagen de su cabeza. Se pellizcaba los pezones y se daba palmadas en el clítoris mientras se follaba con fuerza. Estaba perdida en los placeres de la carne, ni tan siquiera se daba cuenta de que el agua se estaba saliendo de la bañera debido a sus movimientos. Le daba igual, solo quería correrse. Cogió de nuevo una vela y mientras seguía metiéndose el consolador por su sexo se echo cera en la pierna y la levanto para que ésta escurriera hacia su sexo. Estaba a punto, se iba a correr. Se le vino a la cabeza su propia imagen reflejada en el espejo, a cuatro patas y con la espalda llena de cera y Su semen. Fue demasiado. Se corrió.
Se sumergió en el agua unos instantes y al salir respiró profundamente. Cuando abrió los ojos y se vio sintió vergüenza, vergüenza de ser capaz de masturbarse de ese modo con tan solo pensar en Él.
De pronto un mensaje. Era Él. Iba hacia su casa. Se levanto. No sabía qué hacer. El agua le escurría por su cuerpo desnudo. Salió de la bañera y se miró al espejo, estaba sonrojada y despeinada. Se arregló un poco el pelo y se envolvió en una toalla. En ese momento sonó el timbre. Ya había llegado. Corrió a la puerta y le abrió. “No esperaba encontrarte así, la verdad”. Dijo Él. “Ya, bueno, es que...” balbuceó ella. “No pasa nada” contestó Él con una sonrisa mientras entraba en casa y cerraba la puerta tras de sí.
Se quitó la chaqueta y se sentó en un sillón. Ella no se había movido. Estaba allí de pie, mirándole, sin saber qué hacer ni qué decir. Le parecía incluso más imponente que la primera vez que le había visto. “Quítate la toalla y date una vuelta. Hace días que no te veo y quiero observarte y comprobar que todo está donde lo dejé”, le dijo Él guiñándole un ojo. Ella dejó caer la toalla al suelo y se giro para Él. “¿Sabes? A mí también me apetece un baño. ¿Me muestras el camino?”Ella sonrió y asintió. Se dio media vuelta y se dirigió al baño. Al llegar se dio cuenta de que no había recogido nada. La bañera, aunque estaba vacía, tenía restos de cera y el consolador en el fondo la delataba. “Vaya vaya. Parece que he llegado un poco tarde. Bueno, ahora me lo compensas, ¿verdad?”, le inquirió Él. “Claro Señor, por supuesto. Yo solo...” se apresuró a contestarle ella. “Shhhhh. Tranquila. Prepárame el baño. Yo mientras iré a descansar un rato” la cortó Él.
Se quedó allí sola, de rodillas frente a la bañera, con un sentimiento de culpa por lo que acababa de hacer. Por no haberse preocupado en tener todo preparado por si a Él se le ocurría ir a su casa. Por haber pensado en su propio placer en lugar de preocuparse en prepararse para Él. Se sentía estúpida. Pero estaba dispuesta a que eso no volviera a pasar. Estaba dispuesta a compensárselo y haría todo lo que pudiera para ello. Estaba ansiosa por demostrarle lo contenta que estaba de que la hubiera vuelto a buscar y lo ansiosa que estaba por satisfacer sus deseos.

3 comentarios

HUGO. MONTERREY MEXICO -

lindo tu relato.. pero me gustaria ser ese amo del que tanto estas tan deceosa mujer sumisa. espero contestes ami mail.dglr_12@hotmail.com. te hare corrrerte como no imaginas sumisa

Una_sumisa -

Muchísimas gracias por sus halagos Juan. Me encanta oír que disfruta con mis escritos. No dude que trataré de seguir cumpliendo. Siempre que haya gente interesada en ello y que lo lea merece la pena.
Saludos
^_^ Una sumisa

Juan Luanco -

Me ha encantado tu relato, continua asi, es sugerente, sensual y profundo.

Denota que eres una buena sumisa

Un beso en tu frente

Juan