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Una sumisa

La velada (2ª Parte)

La velada (2ª Parte)

Estaba nerviosa, inquieta. Sentía cómo su pecho y su vientre se movían agitadamente con cada respiración. Tenía que controlarse, debía tranquilizarse. Trató de concentrarse en los sonidos que escuchaba. Había llegado gente, pero nadie había entrado aún al salón. “A la derecha por favor, ahí está la cocina.” Era Su voz, pero…a la cocina, ¿por qué a la cocina? Nada tenía sentido. Si iba a ser una cena para los dos no entendía las compras de la mañana ni tanto ritual de preparativos para ella. Si iba a haber más gente, no era lógico que los hiciera pasar a la cocina… ¿Qué estaba sucediendo? Continuó escuchando ruidos que provenían de la cocina y se pronto sintió a alguien entrando en la habitación. Se tranquilizó, era Él, era Su olor. Le imaginó en la puerta, observándola desnuda sobre la mesa. Su respiración se aceleró. Escuchó cómo se movía alrededor de la mesa. Estaba apartando las sillas. Se agachó sobre ella y recorrió su desnudez con una mano mientras sus labios rozaban su cuello y se acercaban a su oreja…Ella se contuvo para no arquear su cuerpo, “quita, recuerda, tienes que permanecer quieta y en silencio” se recordó. “Buena chica, sé que no es fácil, pero merecerá la pena, confía en mí.” Esas fueron Sus palabras. Sintió que entraba más gente, se puso nerviosa, Él lo notó y la tranquilizó diciéndole que Él estaba allí, que no estaba sola. Comenzó a sentir como colocaban cosas sobre la mesa, rozando su cuerpo desnudo de vez en cuando con lo que ella pensó sería vajilla y cristalería. De pronto comenzó a sentir cómo colocaban cosas sobre su cuerpo. Estaba frío, pero no pesaba. No sabía lo que era. Tan solo le cubrieron su sexo. El resto seguía quedando expuesto, pero no por mucho tiempo. Poco a poco fue sintiendo cómo la cubrían con pequeñas cosas que colocaban cuidadosamente sobre su piel. Estaban frías. Ahora comenzó a entender el porqué debía permanecer quieta. Pero ¿quiénes eran esas personas? ¿Qué estaban haciendo? Y sobre todo… ¿No les extrañaba ver a una mujer desnuda sobre la mesa? No sabía exactamente qué sentir, era una mezcla de pudor, vergüenza, excitación… Por un instante se imaginó la escena desde fuera. Él debía estar deleitándose con aquel espectáculo, sabiéndola nerviosa y excitada, confusa y expectante. Estaría con una sonrisa sólo perceptible para aquellos que le conocieran, esa sonrisa que tanto le gustaba y que tan nerviosa la ponía cuando se la dedicaba. Escuchó el chasquido de cerillas, reconoció el olor al encender velas, y por un instante pensó en la cera caliente resbalando por su piel, pero no la sintió. Debían de ser mera decoración. Escuchó como la gente salía de la habitación, y poco después los escuchó salir por la puerta. En ese instante Él volvió a entrar en el salón, se acercó a ella y le preguntó “¿Quieres saber qué hacía toda esa gente? ¿Quieres saber qué es lo que va a suceder?” Con la voz entrecortada le respondió “Por favor Señor.” Sintió como Sus manos desataban la venda sobra sus ojos mientras le recordaba que no debía moverse, debía permanecer muy quieta. Le quitó la venda y lo primero que vio fue a Él. Tenía una mirada de satisfacción y divertida a la vez. Ella trató de ver qué había pasado. La luz era tenue. Había velas a su alrededor, sentía el calor. Miró hacia su cuerpo y lo entendió. Estaba cubierta por delicadas piezas de sushi con todas sus formas, variantes y colores. A su alrededor algunas hojas de vegetales como decoración y en efecto algo de vajillas y algunas copas. Ella iba a ser la principal atracción esa noche. Cuando fue consciente de lo que Él le había preparado sintió nerviosismo y excitación. Aquello era algo con lo que hacía tiempo que había fantaseado. Él lo sabía, pero nunca llegó a pensar que fuera a hacerse realidad. Volvió a buscarle con la mirada, con cuidado de no moverse para no tirar nada de lo que cubría su cuerpo. Él estaba allí, mirándola, admirándola. “Deben estar a punto de llegar. Espero que lo disfrutes tanto como yo.” Tras esas palabras esperaba que le volviera a vendar los ojos, pero en su lugar tomó un antifaz y se lo colocó. Ahora podría ver lo que sucedía a su alrededor, aunque restringido al campo de visión que le permitieran sus ojos sin mover la cabeza. El timbre no tardó en volver a sonar. “Vamos a disfrutarlo mi niña. Compórtate como yo te he enseñado.” Fueron sus últimas palabras antes de salir de la habitación. En seguida se escucharon voces entrado en casa y comenzaron a acercarse al salón. Ella trataba de tranquilizarse pero notaba como le costaba respirar tratando de no hacer caer ninguna de las piezas que le cubrían el cuerpo. Comenzó a ver las primeras caras, algunos les reconoció, a muchos otros no. Eran todo hombres. No había ninguna mujer. No acertaba a saber cuántos había. Muchos de ellos venían con alguna bebida en la mano y se acercaban curiosos a admirar la mesa, a admirarla a ella cubierta de sushi. Sonrió por un instante. Sí, era la atracción principal. No se le ocurría mejor manera de exhibirla ante Sus amigos. Tardaron en sentarse a la mesa, estuvieron un tiempo bebiendo y charlando a su alrededor. De vez en cuando le veía a Él vigilando que ella estuviera quieta. Le lanzó un par de miradas tranquilizadoras. Ella trataba de centrarse en las conversaciones. Todo eran elogios, todo eran felicitaciones a Su Amo, y a ella. Le hacía sentirse orgullosa y le daba seguridad. Llegado el momento Él les invitó a sentarse a la mesa. En ese momento las voces pararon y por unos breves segundos se hizo el silencio. No lo veía pero podía sentir las miradas sobre ella. A la cabecera se sentó Él, presidiendo la mesa, vigilando, observando, protegiéndola. Sin que el resto de comensales se diera cuenta, se acercó a su oído mientras inauguraba la cena y le susurró “disfruta, yo lo estoy haciendo.” Una sonrisa se dibujó inmediatamente al escucharle esas palabras. Tras haber inaugurado Él la cena pronto comenzó a sentir como el resto le imitaban. Algunos al parecer decidieron prescindir de palillos y utilizaban las manos, por lo que los roces sobre su piel eran fríos algunos y cálidos otros. Poco a poco iba sintiendo como iba quedando más desnuda, como su cuerpo desnudo iba apareciendo bajo los bocados de sushi. Los primeros en desparecer fueron los de sus pechos. Lo cierto es que sintió alivio de que así fuera, desde que se los habían colocado no paraba de pensar que con sus generosos pechos cualquier mínimo movimiento haría que se bamboleasen y tirasen la comida. La conversación se fue animando y pronto volvió a ser todo una mezcla de conversaciones, risas y manos y palillos sobre su cuerpo.

Apenas quedaban ya algunos trozos de sushi sobre sus piernas y alguno sobre su vientre, pero parecía que ya no iban a comer más. Todos se habían recostado sobre sus sillas y habían dejado los palillos sobre sus platos. Alguno la miraba con mirada de deseo, y parecían ansiosos. En ese momento de pronto lo pensó por primera vez. ¿Y ahora qué? ¿Qué es lo que se suponía que debía hacer? Él se incorporó, cogió la copa de vino que estaba tomando y se dispuso a hacer un brindis. “Chicos, ha sido para mí un placer compartir esta exquisita comida con todos vosotros, ahora degustemos el postre según lo acordado.” Todos se pusieron en pie. Chocaron sus copas y ella pudo ver mejor, ahora ya sin comida casi sobre su cuerpo, cómo eran los invitados. Había ocho en total, cuatro a cada lado. Tan solo reconocía a dos de ellos, y tampoco los conocía mucho. Cuando acabaron el brindis fueron saliendo de la habitación. Él se quedó. “Has estado perfecta y espero que lo hayas disfrutado. Pero no te relajes, ahora te toca disfrutar a ti de verdad. Tienes permiso para moverte, pero no para levantarte de la mesa hasta que yo lo diga. Y recuerda en todo instante que eres Mía y estoy aquí para cuidarte. Haz que ellos disfruten ahora y que vean lo buena perra que eres.” Apenas terminó de hablar comenzaron a volver todos los invitados. Estaban desnudos ahora. De nuevo se dispusieron alrededor de la mesa, pero esta vez no se sentaron. Comencé a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, acariciando mis piernas, mis muslos, otros recorrían mis hombros y mis brazos. Los pocos trozos de sushi que aún quedaban sobre mí pronto cayeron. Comencé a sentir cómo me humedecía. Mi respiración se aceleraba y cerraba los ojos. Fueron muy delicados al principio. Me rozaban con sus manos. Hasta que uno rompió el hielo y acercó su boca a mi pecho lamiendo y mordisqueándome un pezón. Casi al mismo tiempo una mano se deslizó entre mis muslos y comenzó a acariciar mi sexo. Otra mano pellizcaba mi otro pezón. Cerré los ojos y me dejé hacer. Me abandoné a la sensación de sentir mi cuerpo casi por completo cubierto por bocas y manos. Al rato mis manos comenzaron también a estar ocupadas, algunos de ellos las habían colocado sobre sus miembros semi erectos. Podía ya moverme y comencé a masajearlos sin dejar de sentir sus mordiscos, sus lametones y sus manos inundándome y recorriéndome entera. Solo mi boca quedaba libre de cualquiera de ellos. Por un instante bajé la mirada y me deleité con la escena. Me vi a mi misma rodeada de hombres, desnudos, que estaban disfrutando de mi anatomía. Los dedos se metían en mi sexo y yo me arqueaba y levantaba la pelvis. Otro aprovecho ese movimiento para también jugar con sus dedos en mi ano. Me había abandonado completamente a aquellas manos, aquellas bocas, estaba siendo manoseada por ocho hombres y me sentía la mujer más deseada del mundo. De vez en cuando abría los ojos buscando Su mirada. Estaba tranquilo, excitado, orgulloso. Mientras yo me arqueaba y contorsionaba mi columna sin dejar de masajear los miembros que me ponían en las manos oí como Él se levantaba. Se alejó y volvió con una cámara en la mano. Comenzó a tomar fotos de todo lo que allí sucedía. Comenzó a moverse alrededor de la mesa, inmortalizando cada instante. Yo me abandoné de nuevo, sentía como mi sexo se mojaba cada vez más. No sabía si podía correrme de modo que traté de controlar mi excitación. Me costaba, pero Él me había enseñado a hacerlo y era el momento de demostrarle que había aprendido. Me concentré sin dejar de sentir cada caricia, cada pellizco, cada mordisco. Ya habían cogido plena confianza y algunos comenzaron también a jugar con sus lenguas en mi sexo. Aquello hacía más difícil que me pudiera controlar. Él se dio cuenta y se acercó a mi “puedes correrte cuantas veces quieras mientras ellos sigan disfrutando de ti.” Entonces me abandoné y llegó el primero de mis orgasmos, gemí, jadee y me contorsioné hasta sentir como el hombre que estaba jugando con su lengua en mi sexo y sus dedos en mi ano arrancó aquel primer orgasmo. No tuve tiempo apenas de reponerme y me deleité en las manos que seguían sobándome con urgencia y deseo. Quería más. Continuaron jugando conmigo y de pronto sentí como las manos desaparecían de mi vientre. Se habían concentrado todos en mis pechos y en mi sexo, mis muslos…y de pronto un calor intensó aterrizó sobre mi vientre. Abrí los ojos de golpe y vi a mi Amo derramando la cera de una de las velas sobre mí. El resto de asistentes miraban y seguía jugando. Alguno se había retirado y observaba la escena mientras se masturbaba. Sentía la lujuria en sus miradas, el deseo. Uno de los que se estaba masturbando se acercó a mí y, mientras mi Amo continuaba jugando con la cera de la vela, se corrió también sobre mi vientre, mezclando su semen con la cera. A este le siguió otro, pero lo hizo sobre mi pecho, mientras mi Amo movía la vela sobre mi cuerpo para que semen y cera se derramaran a la vez en el mismo lugar. Uno a uno fueron corriéndose sobre mí mientras los que ya lo habían hecho observaban y se relajaban ya sentados en las sillas.

No sé cuánto tiempo duró aquello. Tampoco sé cuántos orgasmos me sacaron. Cuando todos hubieron acabado se fueron retirando para volver ya vestidos. Él se acercó a mí, me beso apasionadamente y mientras me felicitaba me tapó con una sábana. “Has sido todo un espectáculo. Ahora descansa. Cuando todos se marchen será mi turno.” Me besó de nuevo y se acomodó en el sillón. A medida que el resto llegaban ya vestidos se unían a Él. Vi como comenzaban a servirse copas y café. Yo me relajé, ladee la cabeza, me acomodé sobre la mesa tapada con la sábana, sintiendo aún los pegotes de cera mexclados con el semen de aquellos desconocidos sobre mi cuerpo. Poco tardé en quedarme dormida con sus risas y voces de fondo. Había sido increíble y aún debía satisfacerle a Él. 

5 comentarios

Luismi -

Excitante la comida sexual, un relato muy apetitoso te adjunto más información
https://www.naturline.com/vorarefilia/

1_sumisa (aka) -

Las fantasías por aquí no tendrían mucho sentido a veces sin gente que las leyera y disfrutara, de modo que las gracias a los que las leen ^_^ Muchas gracias por tomarte también el tiempo de dejar un comentario ^^

Sadico especular -

Mmmmmmm muy chulo y morboso. Gracias por las fantasías que nos regalas.

1_sumisa (aka) -

Gracias a ti por leerlo y tomarte el tiempo de comentarlo. Muchas gracias ^_^

LIBRE RAL -

Espectacular, hummm excitante. Gracias por compartirlo.