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Una sumisa

Escritos

El primer viaje...

El primer viaje...

Las indicaciones habían sido claras: “harás el viaje en tren, con el huevo en tu coño y esperando mis indicaciones”.

Ella no necesitaba más, a pesar de no haberle sentido nunca delante, esas eran palabras más que suficientes para hacer que su coño apenas ofreciera resistencia al metérselo y comenzara a lubricar sin necesidad de encenderlo. 

Poco a poco había ido conociendo sus gustos y preferencias y la víspera se había tomado su tiempo para preparase para él. Había dejado su vulva perfectamente rasurada hasta sentirla suave y lisa al tacto, sus manos y pies habían sido cuidados y preparados para presentarse delicados y elegantes, su cuerpo entero había pasado por una sesión de masajes y aceites para dejar la piel tersa y suave. También había elegido la ropa con cuidado, acorde a sus gustos, una camisa lo suficientemente apretada para marcar sus pechos y que sus pezones se vieran erectos cuando la excitación fuera en aumento, y un pantalón que marcara su imponente culo y que además mostrara lo mojada que estaba llegado el momento y permitiera un fácil acceso a su coño empapado en cualquier lugar y momento. Le había parecido extraño, pero esta vez sí le había ordenado que se pusiera bragas y así lo hizo. 

Llegada la hora y tras esas palabras que retumbaban en su cabeza, se subió al tren, buscó su asiento y colocó a sus pies la bolsa de viaje de la que sobresalía una vara…sí, eso también había sido idea suya y sin duda conseguía que un escalofrío recorriera su cuerpo de arriba abajo cada vez que la veía y sentía que alguien la miraba.

Cuando apenas había comenzado el viaje llegaron las primeras indicaciones: “enciende el huevo, levántate y ve al vagón cafetería. Pídete algo, siéntate y envíame una foto para ver la gente que hay.”

Tras pedir se sentó en un taburete mirando hacia la ventana y le envió la foto. Había un grupo de jóvenes que ocupaban casi toda la barra y un señor sentado dos taburetes más allá de donde estaba ella. Miraba por la ventana, con el móvil en la mano, esperando nerviosa y ansiosa el siguiente mensaje. El teléfono vibró: “sube la potencia del huevo y gírate hasta estar mirando de frente al señor que tienes al lado. Abre las piernas y no las cierres.” Despacio y sin que pareciera nada brusco hizo lo que le había ordenado y sintió como su coño se había humedecido más mientras leía el mensaje. Sabía que no era posible, pero tenía la sensación de que su pantalón de color claro delataría lo mojada que empezaba a estar. El señor levantó la vista de la revista que ojeaba, le echo una fugaz mirada y sonrió, para volver a dirigir su atención a la revista. Ella sintió a la vez alivio y decepción al ver que el desconocido apenas se había fijado en ella, pero no se había dado cuenta de que uno de los jóvenes que charlaba animadamente en la barra sí la estaba observando. Cuando sintió su mirada se tensó y sintió una punzada en su coño y al bajar la vista vio como sus pezones comenzaban a marcarse a través de la blusa. Se ruborizó y noto como el calor la invadió. Justo en ese momento volvió a vibrar el móvil: “levántate y ve al baño, hazte una foto de lo que el resto ve y envíamela.”

En el baño, al hacerse la foto y mirarse en el espejo se dio cuenta de que no solo sus pezones la delataban, también estaba ruborizada, pero su pantalón aún estaba seco, aunque no iba a ser así por mucho tiempo…

“Sube la potencia a ese huevo, siéntelo vibrando en tu coño, pellízcate los pezones con una mano y con la otra azótate el coño hasta que empiece a estar rojo.”

Mientras obedecía su respiración comenzaba a entrecortarse, cerraba los ojos y la imagen de su mano en su coño hacía que se mojara aún más, era consciente que después de eso lo más seguro es que el pantalón no pudiera disimular más lo cachonda que empezaba a estar.  Salió del baño algo mareada y aún con dificultad para respirar, con la blusa más desabrochada y el pantalón marcando su raja haciendo que se fuera humedeciendo con cada paso que daba. Volvió a la cafetería, se sentó de nuevo en un taburete con las piernas abiertas y recorrió el vagón con la mirada. El señor ya no estaba, en su lugar había una pareja, y el grupo de jóvenes de la barra ahora era más numeroso y ruidoso. El mismo joven que la había observado un rato antes la observó ahora, y sin duda se daba cuenta de que algo le pasaba por cómo la miraba. El teléfono siguió vibrando y los mensajes que leía hacían que su excitación aumentara. En apenas 5 minutos de mensajes e imágenes mostrando lo que esperaba al llegar su pantalón sin duda ya había empezado a mojarse y sus pezones cada vez estaban más duros. Deseaba salir de allí, ir al baño y masturbarse, pero no, no eran esos los planes que él tenía. 

“¿Estás muy húmeda?”

“Sí…” le contestó ella.

“Vas a ir al baño, vas a quitarte las bragas, te vas a sacar el huevo y lo vas a limpiar con ellas y luego te las vas a meter en el coño, que se empapen bien, y las vas a dejar allí.”

Sintiendo la mirada del joven clavada en su culo cuando se levantó, se dirigió al baño, estaba ocupado, así que tuvo que esperar, apretando las piernas y con movimientos nerviosos de pie en la puerta. Sabía que no era real, pero sentía como le resbalaban las gotas de flujo por la pierna. Una vez entró en el baño se bajó los pantalones y se quitó las bragas, estaban más mojadas de lo que imaginaba, se sacó el huevo que aún vibraba y unas gotas de flujo cayeron sobre su pantalón, estaba chorreando literalmente. Se metió las bragas en el coño, las empapó y las miró. Podía oler su excitación, ese olor que tanto la incomodaba y que tan nerviosa la ponía al pensar que alguien más lo oliera. Las dejó sobre el lavabo, se volvió a meter el huevo y se subió los pantalones, ahora ya no solo tenían una marca de humedad por delante, también tenían gotas de flujo en la parte de atrás. Hizo una foto de las bragas en el baño y salió esperando no encontrar a nadie en la puerta. 

Se dirigió a su asiento y siguiendo las indicaciones bajó la potencia del huevo y trató de relajarse. Cuando por fin había conseguido regular su respiración el teléfono volvió a vibrar, esta vez no era un mensaje, era un audio. Le tembló la mano, miró a su alrededor y dudó si levantarse para escucharlo en un sitio más discreto, pero antes de que le diera tiempo a reaccionar llegó otro mensaje: “no te levantes, cierra los ojos, escucha el audio y disfruta”

La respiración se le volvió a acelerar, con la mano temblorosa se acercó el móvil al oído, no había nadie sentado a su lado, pero si delante y detrás.

“Eres una buena perra, y eso tendrá su recompensa, pero no sin antes hacer que yo disfrute de ti. En un rato llegarás a la estación y yo estaré allí. No me verás, pero te estaré observando. Bajarás del tren, con el huevo todavía dentro y a máxima potencia. Te dirigirás al baño, y te acercarás al kiosco de periódicos, le dejarás el mando del huevo a la señorita que está allí y te irás al baño para sacarte las tetas por fuera de la copa del sujetador, sin quitarlo. Saldrás de la estación y te sentarás en el banco que hay enfrente, con las piernas abiertas, la espalda recta haciendo que esas tetas se marquen bien a través de la blusa y la mirada hacia el suelo. Hazlo. Te estaré vigilando”

Esa voz, ese tono firme y sosegado, autoritario…se olvidó de dónde estaba y de si alguien lo había escuchado o no…comenzó a marearse con la excitación, le temblaban las manos y apretaba cada vez más las piernas retorciéndose en el asiento sin darse cuenta. Ahora solo deseaba llegar.

Anunciaron su parada, ansiosa cogió la bolsa con la vara sobresaliendo, al mirarla un escalofrío recorrió de nuevo su cuerpo, seguía excitada, mucho… Bajó del tren y no pudo evitar echar una mirada tratando de encontrarle, pero casi instintivamente se ruborizó, bajó la mirada y siguió todas y cada una de las indicaciones de aquel mensaje de voz, solo recordar y reproducir el mensaje en su cabeza era suficiente para ponerla nerviosa. Fue al kiosco, le dio el mando a la chica, entró en el baño, dejó que sus tetas salieran de la copa del sujetador, se ajustó la blusa, y con pasos torpes se dirigió a la puerta de la estación buscando el banco. Se sentó dejando la estación a su espalda y esperó…estaba nerviosa, excitada, ansiosa y le costaba respirar. Repasaba el viaje que acaba de hacer una y otra vez en su mente, ya no pensaba en lo que iba a pasar, no podía, repasaba los mensajes, la cara del joven en la cafetería, la imagen de su braga empapada en el baño, el mensaje de voz, su voz…y de pronto sintió una mano grande y firme por detrás que le acarició la cabeza, bajó por su cuello y se metió en su blusa, y su voz le susurró al oído: “bienvenida perra, estoy orgulloso de ti, ahora vamos a disfrutar.” Y con un beso a traición mientras le pellizcaba los pezones hizo que olvidara todo y que volviera a chorrear.

Una tarde cualquiera, una conversación normal.

Una tarde cualquiera, una conversación normal.

Una tarde cualquiera, en medio de una conversación, surgió la pregunta:

-¿Qué quieres?- preguntó él.

¿Qué quiero? Quiero pasión, deseo y lujuria. Quiero a esa persona que es capaz de revolverme las entrañas con solo una mirada.  Esa que sabe guiarme silenciosa hasta donde ni yo misma pensé jamás que pudiera llegar. Esa con la que no necesitas hablar, pero que siempre está presente. Esa que se preocupa por ti, por su bien más preciado.

Quiero tardes de risas y llantos, juntos a pesar de todo. Quiero esa complicidad que tuvimos y de la que tanto disfrutamos, esa que me hacía adelantarme a cualquier deseo.

Quiero rutinas, protocolos y normas, que me recuerden a cada instante que hay alguien ahí que me desea y que piensa en mí.

Quiero que sin motivo me rodees con los brazos y me transmitas lo que sientes. Quiero que me reconfortes tras una dura sesión, o simplemente estés ahí en un mal día.  Yo lo estaré.

Quiero que no reprimas tus sentimientos conmigo, quiero que confíes y quiero hacerte entender que cualquier cosa que me cuentes importa.

Quiero confianza, sinceridad y seguridad. Quiero poder decirte todas esas cosas que pienso y se me pasan por la cabeza, las buenas y las no tan buenas. No tener miedo a hablarte por no molestar. No tener miedo a decirte que te echo de menos por no querer agobiar.

Quiero juegos, cuerdas, cera, varas…quiero lo que tú quieras y quiero disfrutarlo contigo. Quiero abandonarme a tus retorcidas ideas y no tener miedo. No pensar, solo cerrar los ojos, confiar y disfrutar. Quiero que sepas que yo lo deseo tanto como tú.

Quiero hacer sin pensar, vivir cada instante y que todo fluya. Sesiones de horas que parecen segundos. Un pellizco cómplice en medio de la gente. Un mordisco intenso cuando nadie lo espera. Un lamentón a traición que me dé escalofríos.

Quiero esas ocurrencias locas que los dos disfrutamos y el resto no pueden ni imaginar. Esas experiencias que solo tú y yo conocemos. Crear historias y vivir experiencias fuera de la rutina.

Quiero crecer y aprender más de ti, de tus gustos, tus deseos, tus fantasías y tus miedos. Quiero compartir los míos y hacer realidad lo que en mi mente es solo un sueño.

Quiero un “me acordé de ti” a las 2 de la mañana y un “mastúrbate para mí que quiero recrearme”.

Quiero que nunca falten las ganas, las ganas de abrazar, las ganas de jugar, las ganas de usar, las ganas de complacer, las ganas de más.

Quiero hacerte reír, quiero hacerte sentir feliz, quiero que estés contento y satisfecho de lo que tú mismo moldeas y creas. Que mires con orgullo y pienses “es mía”.

En definitiva, quiero sentirme tuya, quiero que seas mi Amo y compañero, y yo tu sumisa.

¿Y tú? ¿Quieres ser mi Amo?

-¿Que qué quiero? No lo sé. Nada en especial supongo.- contestó ella.

Y como una tarde cualquiera, en medio de una conversación, todas las ideas que abarrotaban su mente se negaron a salir.

Un polvo de los de verdad

Mi próximo polvo quiero que sea uno de esos de los verdad.

Uno de esos que empiezan con insinuaciones y miradas, con roces furtivos bajo la mesa o en las escaleras. Uno de esos que empiezan sin quererlo. Esos en los que las manos juguetean primero entrelazándose y las bocas se acercan sin llegar a besarse. Esos que  tras un rato de inocentes juegos pasan a otro nivel. Un nivel en el que la esencia dominante empieza a salir timidamente a la luz. Esa que hace que te cubra los ojos con una venda mientras aún estás vestida, aunque ya deseando jugar.

Quiero un polvo de esos que comiencen con la miel en los labios sin dejarte saborear. Uno de esos que con la venda en los ojos te hagan estremecer cuando sobre tu piel notas el contraste del frío acero con el calor de la cera. Ese acero que rasga todo aquello que se interponga entre tu piel y la suya. Ese acero que te arranca suspiros entrecortados al sentirlo sin verlo.

Quiero un polvo de esos en los que la aspereza de las cuerdas dejen la piel dolorida y enrojezida, un rojo a juego con el de la piel del trasero y las tetas. Esas tetas con los pezones cada vez más dispuestos a que unas pinzas los coronen. Ese culo pidiendo sentir el calor de una vara que silba en el aire y estalla al azotarlo.

Quiero un polvo de esos en los que anhelas y te arrastras a tientas por la habitación buscando saborear con tu boca lo que él te deje. Un polvo de esos en los que el sexo no es lo importante. Uno de esos en los que son las sensaciones las que nos guían.

Quiero un polvo de esos que te dejan temblando desde el primer instante en que eres consciente de que va a pasar. Uno de esos en los que todo vale. De esos en los que no puedes hablar porque tu boca está tapada por una mordaza, una mordaza que te impide lamer, pero te obliga a salivar. De esos en los que su saliva encuentra tu cara.

Quiero un polvo de los que deseas que nunca acabe, de esos en los que te sientes con fuerzas para probar todo y más. Un polvo que te haga suplicar tener las manos desatadas para poderte tocar, para poderle tocar. De esos que te obligan a decir su nombre y a ladrar.

Quiero un polvo de esos en los que los juguetes no son suficientes, de esos en los que cualquier cosa a mano se convierte en aliado. Uno de esos en los que tratas de averiguar lo que va a suceder por los ruidos que oyes en la oscuridad. Uno que te haga retorcerte por el frío de un hielo sobre tu piel, que se calma al sentir el calor de la meada sobre ti.

Quiero un polvo con sabor a lujuria, a perversión y deseo. Uno de esos en los que te sientes la mujer más deseada y las más usada. La más afortunada.

Quiero un polvo que dure toda una tarde. Quiero un polvo que nos deje exhaustos. Quiero un polvo que nos abra el apetito de más. Quiero un polvo de verdad, de esos en los que al final meterla y correrse ya da igual.

Mi próximo polvo quiero que sea uno de los de verdad.

Ella y yo...

Más de dos horas ante una pantalla, repasando cientos de fotos y escritos, cientos de momentos vividos, cientos de sueños e ilusiones. Reviviendo vidas que parecen de otros, mirando a los ojos a mi yo de hace años y escuchando atentamente lo que decía por aquel entonces.

Curiosamente poco ha cambiado. Las personas siguen siendo las mismas, y los sueños siguen siendo los mismos. La gran diferencia es que ella sí creía en ellos y yo ya no.

Supongo que las necesidades cambian. Ella estaba dispuesta a todo a cambio de que alguien la hiciera sonreir, verse guapa y atractiva. Habría (y de hecho hizo) de todo por conseguir la atención de quien quería. Arriesgó y se enfrentó a muchas cosas y personas por conseguirlo, y lo consiguió, aunque no del modo que ella quería, pero se conformó, y posiblemente por eso estoy yo ahora aquí sentada ahora. Porque no se hasta qué punto todo aquello la hizo feliz.

Ella y yo sabemos lo que hubo de sufrir y también lo que disfrutó, las dos sabemos las lágrimas que derramó, por placer y también por dolor y frustración.

La verdad es que en eso seguimos siendo muy parecidas. Cabezotas e impulsivas. 

En el fondo las dos queremos lo mismo, y no es un Amo, nunca lo fue.

En el fondo las dos sabemos que merecemos lo que anhelamos y pensamos que es posible, pero no nos lo creemos. Ella llegó a creerlo, llegó a rozarlo incluso con la punta de sus dedos, pensó que lo había conseguido, pero se esfumó como siempre...sin motivo ni razón, sin explicación y dejando mucho dolor.

Tras cada una de esas veces que ha visto desparecer su sueño se ha derrumbado, ha llorado, ha pataleado, le ha dolido el alma y le ha dolido el corazón, pero siempre ha salido. Yo también.

Y aquí estamos de nuevo, las dos, con sueños similares, pero más cautas, más desconfiadas, más observadoras y sí, también más reservadas, porque al final yo no dejo de ser la misma de aquellos maravillosos primeros años, la que se ilusiona cuando ve un atisbo de futuro, la que se pone nerviosa ante un nuevo día, la que desea superarse cada vez, la que en el fondo sueña con volver a sentir esas manos sobre su piel, esa voz clavada en su mente y esa sensación de orgullo, deseo y protección que la acompañe a lo largo de todo el día.

Somos la misma, pero ella sigue creyendo que es posible, yo ya no.

Somos la misma en la misma piel, y eso hace que sigamos manteniendo esta encarnizada batalla por conseguir un imposible para mi y un ideal para ella. Un compañero de viaje, un amigo, un protector y un guía, una persona que comparta más que una cama con nosotras, que nos entienda a las dos y que nos sepa domar también a las dos. 

Hace años eso era más fácil, solo estaba ella...ahora también estoy yo.

Ella quiere un Amo, ella quiere jugar, ella quiere ser usada y satisfacer, quiere cuerdas, cera, saliva, mordazas, plugs, varas, pinzas, correas...

Yo quiero un amigo, yo quiero un compañero con quien compartir mi vida más allá del BDSM, porque para mi no es solo cama, doma, castigo y placer, para mi no tiene sentido vivirlo a veces, a escondidas, sin compartir.

Yo no quiero un Amo como quien quiere un juguete. Porque tampoco yo soy un cachorro que no vaya a crecer. Crezco y mis necesidades cambian, evoluciono y cada día quiero aprender más.

Quiero...queremos...y somos dos a quienes satisfacer...y somos dos con quien pelear...y en el fondo somos la misma...la que se sintió dolorida, abrumada, avergonzada y feliz después de aquella primera vez...la que se siente feliz cada vez que siente que lo hace bien...la que se castiga cuando no llega esa mirada y ese gesto de aprobación...la misma niña, ahora con cuerpo de mujer, con tanto dentro para dar, tanto deseo de servir y tantas dudas grabadas a fuego con el paso de estos años.

Ella y yo, la misma pero tan diferentes y a la vez tan parecidas.

El Hotel

Ese fin de semana iban a encontrarse de nuevo, y como de costumbre ella no sabía lo que se iba a encontrar, pero Él lo tenía ya todo planeado en su mente.

Cuando se levantó por la mañana comenzó con su ritual previo, prepararse para Él. No podía olvidarse de nada, piel suave y con un olor agradable, cabello, manos y pies cuidados, vello reducido al mínimo, ropa que permitiera un acceso rápido y fácil a cualquiera de las zonas de su cuerpo que a Él se le antojara y esta vez además, un corpiño por debajo del pecho que dejará sus generosos senos al aire, pero en su sitio.

Ya preparada salió de casa al encuentro de su Señor. Habían quedado en la cafetería del hotel donde iban a hospedarse. Cuando llegó Él aún no estaba, de modo que se acomodó en una mesa junto a la ventana para poder verle llegar. El hormigueo y cosquilleo propios del nerviosismo y la excitación cada vez que se veían la instaba a pedir algo más fuerte que un refresco, de modo que optó por una cerveza. En el mismo momento en el que la pidió no pudo evitar sonreír al pensar en lo que diría Él al verla: “borracha”. Le gustaba cómo sonaba aquello de sus labios.

Cuando por fin llegó ella casi había terminado la cerveza, de modo que tras una sonrisa, un beso cálido y un apretón de nalgas al levantarse, se dirigieron al ascensor. Ella delante, Él detrás observándola.

“¿Estás preparada cachorra?”

“Para Usted siempre”

Esas fueron todas las palabras que necesitaban decirse. Las miradas decían el resto, la de ella hacía el suelo, nerviosa, impaciente. La de Él perversa, divertida.

Nada más entrar en la habitación llegó la primera sorpresa. No iban a estar solos. Un joven de aspecto desaliñado estaba de pie junto a la ventana. Ella no pudo evitar girarse hacia Él y preguntarle con la mirada, pero Él solo sonrió y le indicó que se sentara en la cama.

El joven la miró de arriba abajo, como el que inspecciona a un niño antes de salir de casa. Ambos se saludaron e intercambiaron unas palabras que ella no alcanzó a entender. Él cogió la bolsa que traía ella con todos los juguetes, la dejó junto al sillón y se sentó.

“Cuando quieras” le dijo al joven.

En ese instante se le pasaron mil cosas por la cabeza a ella, pero no era capaz de ordenarlas.

El joven se acercó a ella y comenzó a acariciar su cuerpo por encima de la ropa.

“Quítate la ropa cachorra para que pueda contemplar toda tu belleza” le dijo Él.

Pausadamente se levantó de la cama y comenzó a desabrocharse la blusa. Dejó caer los pantalones y se quedó de pie inmóvil con sus medias, su tanga y su corsé.

El joven empezó a acariciarle los pechos y después siguió recorriendo todo su cuerpo con sus manos. Ella no paraba de mirarle a Él, quien estaba inmóvil en el sillón y observaba con una sonrisa en los labios.

Una vez que las manos del joven habían palpado cada rincón de su anatomía se desabrochó el pantalón y se sentó en el borde de la cama. No hizo falta que le dijera nada, ella comenzó a masajear y a chuparle la polla a aquel completo desconocido mientras sentía los ojos de Él clavados en su espalda. Saber que la observaba y que además estaba disfrutando con lo que veía le dio más confianza y la ponía cada vez más cachonda. Pronto sus inseguridades y vergüenza desaparecieron y lo único en lo que pensaba era en Él, en Su placer, y en hacer que se sintiera orgulloso de ella.

Por la reacción de aquel joven ante los movimientos de su boca y su lengua sobre su polla debía estar haciendo un buen trabajo y eso la motivaba más aún y también la mojaba. Ya comenzaba a sentir como su entrepierna palpitaba y sus pezones se ponían duros. Continuó chupando mientras las manos de aquel joven la agarraban del pelo y la guiaban en el ritmo al que debía de moverse.

Sin mediar palabra el joven se levantó y la tiró sobre el borde de la cama, abriéndole bien las piernas y embistiéndola con fuerza. Con una mano estrujaba su pecho haciendo que sus pezones se pusieran más duros todavía y con la otra la azotaba, aunque no con tanta fuerza como solía hacerlo Él.

Mientras el chico no paraba de follarla ella comenzó a tocarse el clítoris buscando más placer y cerrando los ojos, tratando de imaginar la cara de su Señor contemplando aquella situación.

Bruscamente la levantó por el pelo y le dio la vuelta. Los ojos de aquel joven estaban llenos de lujuria y placer. La tumbó boca arriba y con una pierna sobre su hombro la penetró de nuevo con fuerza. Sus manos no paraban de apretarle y de jugar con sus pechos, que se movían con cada embestida, cada vez más fuerte, cada vez más profundo. Ella volvió a deslizar la mano hasta su clítoris mientras trataba de ver a su Amo sentado en el sillón. Cruzaron una fugaz mirada y Él le indicó que podía correrse cuando quisiera. Ante tal regalo no lo dudó y se concentró en sentir aquellas punzadas de dolor y placer sobre sus tetas, aquella polla dura penetrándola sin piedad y su mano jugando con su clítoris. Abrió los ojos para mirar al joven y le pareció que estaba a punto de correrse, de modo que no retrasó más su propio placer y se abandonó al orgasmo. Sintió como su espalda se arqueaba, como contraía los músculos de su coño y cómo se inundaba de fluidos. Un profundo gemido salió de su garganta. Él seguía follándola y ella acalorada seguía apretando con fuerza para sentir más aquella polla extraña. Cuando el joven ya no pudo más sacó su polla y se corrió sobre ella.

Todavía con la respiración entrecortada y sintiendo el calor del semen sobre su cuerpo buscó la mirada de su Amo. Seguía sentado en el sillón y había sacado y dispuesto todos los juguetes de la bolsa sobre la mesa que estaba al lado. Aquella visión hizo que volviera a excitarse y no pudo evitar sonrerir. Él se levantó y fue con el joven al baño. Mientras se limpiaba Él se acercó a ella con una toalla húmeda y comenzó a limpiar el semen de su vientre. La beso con pasión y le susurró al oído: “gran trabajo, estoy muy orgulloso de ti. Ahora nos tocará a nosotros solos cachorra”.

El tren. 2ª parte

Algo frío y húmedo recorriendo su cuerpo la despertó. Un movimiento bajo sus pies hacía que se menease ligeramente de un lado al otro. Un zumbido sordo le entraba por los oídos. Entreabrió los ojos y vio Su cara. ÉL estaba allí. Tardó unos instantes en reaccionar, en saber dónde estaba y qué hacía allí. Trató de buscar imágenes en sus recuerdos que le hicieran saber qué había pasado, pero tan solo logró recordar la estación, al joven, la cafetería y de pronto a Él guiándola hacia su compartimento. No había imágenes de lo que había sucedido, tan solo oscuridad y mucho placer y excitación al recordar y tratar de imaginar la escena. Siempre le ocurría lo mismo cuando le vendaba los ojos. Su imaginación hacía que se mojara solo con imaginar la visión del placer que sentía.

Giró la cabeza a su alrededor tratando de ubicarse. Seguía en el compartimento, todavía no había amanecido y estaban solos, Él y ella. Seguía desnuda, en el suelo, con el collar alrededor de su cuello. Él estaba a su lado, con una toalla húmeda limpiando los restos de semen que se habían quedado pegados sobre su piel. Al ser consciente del ritual de lavado cerró los ojos y sonrió, le encantaba que su Amo la cuidase de aquel modo.

“Lo pasaste bien, ¿verdad pequeña?”

Ni tan siquiera contestó, asintió con la cabeza y se abandonó a la dulzura de Sus manos recorriendo su piel.

“Ahora lo pasaremos bien los dos…solos…”

Esa afirmación hizo que abriera los ojos. Le miró. Vio el placer y la lujuria reflejados en su mirada. Analizó su expresión. Estaba tranquilo, contento, y a la vez ansioso. Algo tenía en mente, lo sabía por aquella manera de sonreir que tenía cuando tenía algo preparado. Quiso mirar un poco más a su alrededor para ver si conseguía adivinar algo de lo que Él tenía en mente, pero no le dejó. Cogió su cara con sus manos, la miró a los ojos y mientras le daba un beso en la frente le susurró “vamos, es la hora”.

Tomo un pañuelo del suelo y se lo puso sobre los ojos con delicadeza, una delicadeza que contrastaba con la fuerza con la que lo ató a su nuca.

Una vez más oscuridad. Una vez más a Su merced. Una vez más para Su disfrute. Como debía ser.

La cogió de la mano y la ayudó a levantarse. Una vez estuvo en pie le puso las muñequeras de cuero mientras recorría sus brazos con delicadeza. Levantó sus manos y las enganchó a unos mosquetones. Después bajó Sus manos por su espalda hasta que llegaron a sus nalgas. Allí paró, le acarició el culo y lo estrujo con sus formes manos. El primer gemido salió de su boca.

“Tranquila cachorra, aún no hemos empezado. Reserva fuerzas.”

Consciente de lo excitada que empezaba a estar, Él se apresuró a ponerle los grilletes. Le separó las piernas y los ancló a otros mosquetones. A ella le encantaba esa postura, ligeramente inclinada hacia delante, con las piernas abiertas, expuesta…para ÉL.

Noto Sus manos recorriendo cada milímetro de su piel, su aliento sobre su nuca, Sus caricias sobre su pelo, el roce de Su camisa en su espalda desnuda.

Por unos segundos dejó de sentirle y pensó que se había ausentado, pero pronto escucho unos ruidos tras de sí.

“Cuenta para mi cachorra”

Esas fueron Sus palabras antes de que sintiera el cuero sobre su culo.

“Uno, mi Señor” contestó ella al primer golpe de cinturón.

“Dos, mi señor” continuó.

Otra vez Sus manos sobre su piel, apaciguando el calor del cuero sobre su culo. Aprovechó para retomar la postura y exponerse mejor ante Él.

“Tres, mi Señor”

Esta vez su voz empezó a temblar, no se había preparado para esto y Él no estaba siendo delicado. Continuó azotándola y alternando caricias tras algunos golpes. Ella disfrutaba del dolor y el placer que se entremezclaban con cada roce sobre su piel.

“¿Quieres que pare, mi puta?”

“No señor” se le escapo presa de la excitación.

“¿Cómo has dicho?”

“Perdón…”

No pudo acabar la frase, el siguiente golpe de cinto, más fuerte que cualquiera de los anteriores hizo que se le quebrara la voz y se retorciera. Una vez se recompuso añadió: “Perdón mi Señor, quise decir que si es su deseo parar, pararemos”

“No, vamos a seguir un poco más. Creo que te gusta, ¿no es así?”

“Sí mi Señor, me gusta”

Y era verdad, cada golpe con el cinto la mojaba más y a punto estaba ya para correrse.

Continuó con la sesión de azotes mientras ella seguía contando en voz alta.

Justo en el momento Él noto que estaba lista para correrse y le dio permiso: “¡Ahora! Córrete ahora”

Y le dio el golpe más fuerte de todos que hizo que ella soltara un gemido de placer y su sexo empezara a chorrear. Trató de apretar las piernas para sentirlo más, pero las cadenas no se lo permitían, se dejó caer ligeramente, con los brazos tensos y sujetos por las esposas y se retorció de placer.

Apenas había terminado de saborear el placer del orgasmo, cuando notó como Él la penetraba con dureza. Aún atada de las cadenas, su cuerpo se bamboleó, pero Él la sostuvo con firmeza cogiéndole fuerte de las tetas. Mientras la follaba Sus manos retorcían sus pezones y sus dientes mordían su cuello. De vez en cuando una mano abandonaba su pecho para darle de nuevo un azote en su ya más que caliente culo.

Sin parar de follarla salvajemente le quitó la venda de los ojos.

“Mira, abre los ojos.”

No se había percatado de que el tren había parado, estaban en una estación y ella estaba ante la ventana. Él aminoró la marcha de las embestidas y se recreó con sus pechos. Ella notó la mirada de los viajeros que estaban en el andén clavada en ella. Mientras su Amo la estaba usando a Su placer, follándola, retorciéndole los pezones, azotándola y mordiéndola, los pasajeros estaban ahí fuera, al otro lado del cristal. No pudo evitar sentir vergüenza. Tan expuesta, tan público, tan…humillada.

Un viajero se percató de la situación y se acercó al cristal, apoyando las manos en la ventanilla para ver mejor. Como un imán atrajo a dos personas más que se agolparon ante la ventanilla y observaban tan hermosas vistas. Ella cerró los ojos y volvió a sentirle a Él, Su polla penetrándola, Sus manos azotándola, Su aliento en su espalda.

El tren volvió a ponerse en marcha y Él volvió a embestirla con dureza. La agarró por el pelo haciendo que se moviera más acompasada a Sus movimientos, tirando a la vez del collar para que ella notara la presión sobre su cuello. Le costaba respirar y sentía que se iba a volver a correr. Aparecieron en su mente aquellos hombres pegados a la ventanilla, babeando con la boca abierta. Notaba Su polla cada vez más al fondo y Su mano agarrándola fuerte del collar y del pelo. Con la otra le propinó otros cuantos azotes y finalmente se corrió. Noto cómo su semen la calentaba por dentro y apretó con fuerza los músculos de la vagina. Otro azote. Esta vez más suave, más dulce, y después un beso en el cuello, tierno.

Le quitó los mosquetones que unían sus manos y pies a las cadenas e hizo que se diera la vuelta. De inmediato ella se arrodilló, cogió Su pene entre sus mano y comenzó a chuparlo, a limpiarlo. Elevó la mirada y sonrió mientras lo hacía. Él le devolvió la sonrisa y se sentó reclinándose hacia atrás para disfrutar de su boca mientras terminaba de limpiarle.

“Espero que te haya gustado la sorpresa cachorra. ¿De verdad pensabas que iba a dejar que hicieras este viaje sola?”

“Gracias Señor” dijo ella con una sonrisa y una cara radiantes. Y continuó limpiándole.

El tren

Las vacaciones habían sido largas y deseaba volver a la rutina. Ya había hecho la maleta y no había olvidado Sus instrucciones: ropa cómoda para el viaje, a escoger entre falda o leggins, y jersey amplio pero con un generoso escote. Por supuesto iría sin bragas y con el huevo vibrador en todo momento en su sitio, para que Él pudiera recordarle Su presencia a través de las vibraciones que controlaba en la distancia. 

"No olvides llevar también pañuelos en el bolso y un antifaz...para poder descansar los ojos de la claridad durante el viaje". Esa última recomendación la había hecho sonreír y enternecerse con Su preocupación hacia ella.

Aunque tenía muchas horas por delante los viajes en tren siempre le habían gustado. El paisaje a través de la ventanilla, las historias ocultas tras cada pasajero, la posibilidad de evadirse y adormecerse con el vaivén de los vagones...tenía algo de romántico todo aquello. 

Una vez hubo acomodado su equipaje y sus posaderas sobre su asiento observó a su alrededor. Era cerca de media noche y la mayoría de los pasajeros estaban ya dormidos; algunos aún con los libros sobre el regazo, otros con los cascos puestos. Ella se reclinó sobre su asiento y buscó en su bolso lo indispensable: un botellín de agua, una revista, un cuaderno y su bolígrafo. Cogió su móvil y le mandó un mensaje a su Amo diciéndole que ya estaba sentada y que el tren salía de la estación. Dejó el teléfono sobre la mesa reclinable, junto al resto de cosas y miró por la ventana. 

"Buen viaje cachorra" leía mientras sonreía como una idiota a la pantalla. Giró de nuevo la cabeza hacia la oscuridad de la noche y apoyó la cabeza contra el cristal, como si tantas imágenes en su cabeza hicieran que le pesara. 

Lo bueno de viajar de noche es que apenas hay ruidos ni movimientos que perturben. La tranquilidad y el silencio son casi totales, a excepción de algún resoplido suave y algún destello de pantalla en algún asiento. 

Habían pasado ya un par de horas y casi estaba dormida, pero la vibración que comenzó a sentir en su interior hizo que pegara un bote en su asiento. Los colores se le subieron a la cara y miró intranquila a su alrededor pensando tontamente que alguien pudiera percatarse de Él había entrado en acción activando el huevo. Aunque sabía que nadie iba a escuchar la vibración, decidió levantarse y dar un paseo hasta la cafetería. Al ser de noche no había servicio, tan solo una máquina expendedora. Se sentó en un taburete junto a la ventana y apretó los ojos tratando de ver algo del exterior. Todo estaba tan oscuro que no reconocía por donde estaban pasando. 

El ruido de la puerta la sobresaltó. Un joven con aspecto somnoliento entró al vagón y se dirigió a la máquina. Comenzó a rebuscar en los bolsillos de su pantalón, pero parecía que no encontraba lo que quería. Ella decidió apartar la vista y centrarse de nuevo en la oscuridad. 

"Disculpe, ¿tendría cambio? Solo llevo un billete de 5 y la máquina no lo coge" 

Con una sonrisa que trataba de ocultar la excitación que le provocaba el huevo vibrando dentro de ella, metió la mano en el bolso buscando la cartera. La sacó y al hacerlo notó como algo le caía al suelo. El joven se agachó rápidamente y le devolvió con una sonrisa cómplice el antifaz junto a las llaves que colgaban de un llavero con un trisquel. Por momentos le pareció que el chico la observaba y la examinaba con una sonrisa picarona, mientras ella no dejaba de clavar la vista en la cartera en busca de monedas. Con la mano temblorosa ante tal situación le acercó unas monedas al chico, que las cogió rozándole la mano sin quitar la sonrisa de su cara. 

Mientras él estaba de espaldas cogiendo algo de la máquina ella se apresuró a guardar todo y tratar de tranquilizarse y convencerse que eran imaginaciones suyas. Se volvió a sentar en el taburete y entonces se percató de que el huevo ya no vibraba. Una mueca de contrariedad le asomó a la cara. Volvió a mirar por la ventanilla. 

"¿Quieres algo?" escuchó a su espalda. 

"Oh, no, gracias, muy amable" contestó casi por inercia. 

"Espero que no te moleste que te haga compañía"

"Ehmmm, no...claro...por supuesto...no hay problema" no había duda de que aún no se le había pasado la vergüenza. 

El joven era agradable y su conversación, para ser un desconocido, no era aburrida. Hacía que el viaje resultara más ameno.  

A través del cristal comenzaron a aparecer luces y el tren aminoraba la marcha. Llegaban a una parada. En los andenes no se veía a nadie y la estación parecía cerrada. En apenas un par de minutos el tren reanudó la marcha y justo en ese instante su móvil vibró. 

"¿Qué tal el viaje cachorra?"

De nuevo los colores le subieron a las mejillas y pidiendo disculpas al joven se apresuró a contestar a su Amo. 

"Todo bien. En la cafetería hablando con un pasajero" le contestó. 

Nada más enviar el mensaje el huevo comenzó a vibrar de nuevo y ella no pudo evitar un ligero movimiento con sus piernas, apretándolas fuerte tratando de amortiguar el sonido imperceptible de la vibración. 

Esta vez su acompañante sí noto algo, porque sus ojos bajaron de inmediato a su entrepierna, y sonrió mientras le preguntaba si todo iba bien. Cuando estaba a punto de abrir la boca para responder la puerta de la cafetería se abrió de nuevo y apareció Él. Con paso decidido se acercó a ellos y se presentó. Ella no sabía cómo reaccionar, no tenía que estar allí, no podía...era imposible...Él estaba...bueno, tenía que estar...

"Hola pequeña, ¿es que no vas a saludarme?" 

Su sonrisa no podía ser más cómplice, irradiaba control. Era como si se esperara exactamente lo que se había encontrado.

Durante unos minutos permanecieron los tres allí sentado, hablando, bueno, ella no acertaba a hablar, estaba demasiado descolocada y las vibraciones del huevo y Su mano metida por debajo de sus leggins no ayudaban. 

Estaba tan desconcertada que no terminó de entender las siguientes palabras de su Amo: "creo que ya hemos hablado lo suficiente, ¿no creéis?"

"Estoy de acuerdo" respondió el joven. 

Y como si hubieran recibido una señal que ella no vión, los dos se levantaron a la vez. 

"Vamos cachorra" 

Ella no salia de su asombro, no podía todavía entender lo que estaba ocurriendo, de modo que se puso de pie y simplemente se dejó guiar como tirada de una correa.

Los tres recorrieron el pasillo de los vagones siguientes, hasta llegar al asiento que ocupaba ella. Él cogió su maleta y le indicó que continuara caminando delante, siguiendo al joven desconocido. 

Llegaron a otro vagón y allí Él abrió la puerta de un compartimento. Era uno de esos coche-cama, con cabina de baño dentro. En la percha, detrás de la puerta, colgaba un collar, su collar, con su correa y las pinzas que colgaban de la argolla. ¿Cómo había llegado eso ahí?

"Creo que ha llegado el momento de que te pongas ese antifaz que llevas en el bolso" le dijo mientras se acomodaba junto al otro joven en el asiento junto a la ventana. 

No quería ser descortés, y menos aún desobedecer, de modo que sin apartar la vista del collar, rebuscó en el bolso y sacó el antifaz. Le miró y la calidez de sus ojos la tranquilizaron. Estaba todo bajo control, no había de qué preocuparse y Él estaba allí, ¿qué más podía pedir? Su desconcierto fue poco a poco transformándose en curiosidad y después en deseo. Intercambió unas miradas con su Amo y obedeció poniéndose el antifaz. 

Segundos después unas manos comenzaron a quitarle los zapatos mientras un escalofrío recorrió su cuerpo. Ya no podía evitarlo, comenzaba a excitarse. Ya había olvidado todo pudor o incertidumbre. 

Las mismas manos la fueron desnudando poco a poco mientras su cuerpo se estremecía. Una vez desnuda sintió el tacto del cuero sobre su cuello y el tintineo de la cadena y las pinzas le hizo sonreír. 

Oyó cómo se abría la puerta que conducía al baño y unas manos la guiaron hasta la ducha. El primer chorro de agua sobre su cuerpo desnudo hizo que se le escapara un leve grito, pero en seguida se sintió reconfortada por el agua templada y unas manos que recorrían su cuerpo enjabonándola.

"Creo que ya no va a necesitar esto" escuchó mientras le sacaban el huevo de su entrepierna. Notó como algunas gotas de su fluido le resbalaban por el interior del muslo, pero en seguida se mezclaron con el jabón que escurría por su cuerpo. 

El roce de las manos sobre su cuerpo desapareció para dar paso a una lengua que recorría su pierna en sentido ascendente hasta llegar a su sexo. Estaba ya demasiado excitada para poder abandonarse al placer sin que el orgasmo llegara pronto, de modo que comenzó a morderse el labio como solía hacer cuando eso ocurría. 

"Tranquila cachorra, puedes correrte cuando quieras" 

Sus palabras la tranquilizaron y se dejó llevar, tratando de llevar sus manos hasta la cabeza que comenzaba  a moverse en su entrepierna. 

"No, no. No te muevas. Solo disfruta" 

De inmediato levantó los brazos y los estiró para poder llegar a las paredes de la ducha, tensando su cuerpo mientras sentía la lengua haciendo círculos alrededor de su excitado clítoris. Sus piernas comenzaron a temblar cuando notó los dedos penetrar en sus dos agujeros. No iba a aguantar mucho. Sus jadeos eran cada vez más fuertes y trataba de no moverse, aunque no podía evitar balancearse ligeramente de delante a atrás. 

En apenas unos minutos no aguantó más y al sentir todos los dedos dentro de ella y la lengua cada vez más rápida y juguetona en su clítoris, contrajo todos los músculos del cuerpo, arqueando espalda y piernas mientras un grito de placer salía de su boca. 

La lengua paró y los dedos desaparecieron, y en un acto reflejo ella junto las piernas y las apretó fuerte mientras las doblaba. 

"Ahora es su turno. Tu ya has tenido lo tuyo por hoy" dijo su Amo. 

La sacaron de la ducha y la secaron para después guiarla y arrodillarla delante del asiento. 

Noto el miembro duro en sus labios y no dudo en abrir la boca y comenzar a chupar. Cuando iba ayudarse de las manos sintió como tiraban de sus brazos hacía su espalda y escucho el ruido metálico de las esposas al cerrarse alrededor de sus muñecas. El metal frío sobre su espalda hizo que se arqueara, pero no dejó de chupar y de lamer. No tenía prisa, quería disfrutar del momento, pero no se lo permitieron. Las embestidas a su boca tomaron velocidad y comenzó a babear. Notaba como volvía a mojarse, notaba como volvía a resbalar líquido por sus muslos. Una mano sobre su cabeza le marcaba el ritmo y le impedía descansar o tomar aire. Le gustaba, esa sensación de control sobre ella, los jadeos de satisfacción y placer que su boca estaba dándole a aquella polla. Comenzó a concentrarse en no volver a excitarse demasiado, porque sabía que ya no debía correrse, no podía. 

Unas manos comenzaron a pellizcarle bruscamente los pezones hasta ponerlos duros, para después ponerle las pinzas y seguir jugando con ellos. El tintineo de las cadenas con cada embestida era cada vez más fuerte y su control para no correrse también.  

Mientras seguían follándole la boca notó una fuerte embestida desde atrás. Sin miramientos una polla se metió fuerte dentro de su vagina. La sorpresa hizo que se tensara y parara, pero no podía, no podía hacer nada, solo podía dejar que la penetraran y disfrutar con ello. 

"Lo estás haciendo muy bien cachorra, pronto tendrás tu recompensa" 

Su cabeza iba a mil, no sabía quién estaba delante ni quién estaba detrás, y lo cierto es que tampoco le importaba, ya no pensaba, solo disfrutaba, disfrutaba de ser usada, disfrutaba de dar placer, disfrutaba sirviéndole a Él y al desconocido. 

Las embestidas en su boca y en sexo se acompasaron y los pellizcos en sus pechos eran cada vez más fuertes. 

De pronto la polla salió de su boca y una mano la agarró bruscamente del pelo tirando hacia atrás de su cabeza. El ritmo de las embestidas comenzó a acompasarse con una mano sobre sus nalgas que eran azotadas con dureza. Comenzó a sentir el semen caliente en su cara e instintivamente saco la lengua para saborearlo. 

"No perra, no lo tragues. Deja que te cubra la cara" 

Cerró la boca y sintió como escurría desde su frente, pasando por debajo del antifaz. 

Los azotes en el culo eran cada vez más fuertes y ella no paraba de moverse tratando de acompasar las embestidas. Sus jadeos se habían convertido en gritos. No podía correrse, no debía correrse, lo sabía, pero...no pudo evitarlo, y en el mismo instante en el que sintió como su coño se inundaba de semen caliente su cuerpo reaccionó chorreando por dentro y arqueándose por fuera mientras un grito de placer se le escapaba. 

La mano que había estado tirando de su pelo pasó por su espalda hasta llegar a sus nalgas y acariciarlas dulcemente. 

"¿Te has corrido, verdad cachorra?"

Avergonzada asintió, sin siquiera poder articular palabra.

Agachó la cabeza, pero Él se la levantó, le quitó el antifaz y mientras la besaba dulcemente le dijo: 

"No te preocupes, no pasa nada, te has portado muy bien. Ese ha sido tu premio. Ahora descansa" 

Se dejó caer en el suelo y Él la cubrió con una manta. 

En apenas unos minutos ya estaba dormida y no escuchó cómo el joven desconocido felicitaba a su Amo y se despedía. 

"Cuídala, no solo es una chica encantadora, también es una magnífica sumisa. Cuando despierte, felicítala de mi parte"

La caja 1ª parte

Una tarde de verano, con el calor de los rayos del sol asomando por las rendijas de la persiana decidió que había llegado el momento. 

Era una ocasión especial que requería de ciertos preparativos, no valía cualquier cosa. Abrió el grifo de la bañera y dejó correr el agua mientras se sumergía en agua fresca con sales que comenzaban a burbujear bajo sus glúteos y su espalda. Cerró los ojos y se relajó imaginando lo que le esperaba. No tardó en sentir el calor que emanaba de su cuerpo que hacía que se estremeciera al notar el contraste de temperatura con el agua. Abrió los ojos y alargó el brazo para coger la copa que reposaba en el borde de la bañera, se la llevo a los labios y dejó que parte del líquido resbalara juguetón por sus labios, empapándolos, para después pasar la lengua y saborearlo lenta y profundamente inmersa de nuevo en la penumbra con sus ojos cerrados escuchando el burbujeo del agua y el crepitar de las velas.

De pronto el sonido de un claxon que atravesó la ventana hizo que volviera al aquí y al ahora. Abrió los ojos y contempló su cuerpo desnudo bajo el agua. Las sales aún seguían masajeando su cuerpo, aunque ya no con la intensidad del principio. Se permitió unos momentos más en la bañera hasta que dejó de notar el cosquilleo en su espalda, sus glúteos, sus pies… Lentamente se incorporó y se aclaró con agua más fría. Salió de la bañera y se vistió para la ocasión. Un ligero camisón negro, de seda transparente que dejaba ver sus grandes y carnosos pechos y su pubis bajo la tela.

Se sentó a la mesa con el pelo todavía mojado y el agua resbalando por su cara y su espalda. Observó la caja. Esa caja que tanto tiempo llevaba cerrada. Miró el reloj. Todavía no había llegado el momento. Cerró los ojos una vez más y pasó sus dedos sobre la tapa negra. A su mente llegaron imágenes; imágenes de ella y de Él. Recordó, recordó y sonrió.

“No”-se dijo- “no permitas que el pasado enturbie el presente. Deja los recuerdos por buenos que parezcan a un lado y olvida”.

Pero no podía evitarlo. Fueron muchos los momentos que disfrutaron juntos de un modo u otro de lo que contenía aquella caja. Tiempos en los que los dos descubrían y exploraban juntos, tiempos en los que ella se entregaba sin miramientos, tiempos en los que… en los que Él le había enseñado y también le había fallado. Su gesto se torció y abrió de nuevo los ojos. Respiró profundo y se dijo: “tú has decidido daros esta oportunidad de nuevo, ya no tienes nada que reprochar”.

Tenía miedo, miedo de volver a vivir lo mismo, pero sobre todo miedo a fracasar, porque en el fondo siempre se había sentido culpable.

Rellenó la copa, le dio un trago largo y cerrando los ojos respiró para calmarse y alejar de su mente todos aquellos pensamientos, ideas y recuerdos.

Sus manos no se apartaron de la tapa de la caja, casi podía sentir lo que guardaba con todo lujo de detalles, no había olvidado nada…para ella todo aquello había significado siempre algo. Cada objeto de la caja guardaba un olor, un sentimiento, una imagen, un gemido de placer y de también de dolor, vivencias y experiencias de todo tipo.

El calor de la tarde, las gotas de agua aún sobre su piel, la copa en la mano y esa sensación de deseo, sumisión e incertidumbre que siempre aparecía cuando Él estaba cerca hicieron que no pudiera evitarlo. Los recuerdos se agolpaban en su mente, recuerdos idealizados, mezcla de lo que ella siempre soñó y de lo que  la realidad le devolvió. 

El baño

Habían pasado los días y ella no había vuelto a saber nada de Él. Después de aquel primer encuentro ella se había quedado ilusionada y con ganas de repetir, de volver a encontrarse con Él, pero no quería molestarle llamándole, y lo que era aún peor, el temor a no haber estado a la altura la aterraba.
Otro Amos se habían interesado por ella en aquellos días, pero ella no podía dejar de pensar en Él, no se lo quitaba de la cabeza, y no quería hacerlo. Había luchado mucho por encontrar a la persona especial, a alguien con quien conectar en lo personal y en lo pasional y creía haberlo encontrado y no quería dejarlo escapar.
Decidió dejar pasar los días y esperar a que fuera Él quien contactara con ella; eso sí, el día que requiriera de su presencia ella estaría lista y dispuesta y algo le decía que ese día llegaría. Así pues continuó con su rutina, con su trabajo y con sus amigos, siempre con un pedacito de su cuerpo de su mente entregados a Él aunque Él no lo supiera. Hasta que por fin un día le llegó un mensaje que le advertía de que estuviera preparada, que pronto recibiría órdenes para encontrarse con Él. Una vez más, como en aquel primer encuentro, un hormigueo le recorrió el cuerpo, no sabía qué hacer, qué ponerse; estaba nerviosa a la par que ansiosa por volver a someterse a Sus deseos. Decidió que lo mejor sería tomarse un baño relajante, de modo que preparó el baño. Se desnudó, se sumergió en el agua llena de espuma y cerró los ojos. No pudo evitar comenzar a fantasear con Él y recordar su primera sesión. Volvió a sentir sus manos, volvió a oír su voz en su cabeza, volvió a experimentar el calor de la excitación en su cuerpo y comenzó a excitarse. Casi sin darse cuenta comenzó a acariciarse. Recorría su cuerpo con sus manos, desde el cuello hasta su sexo pasando por sus pechos y su vientre; se mordisqueaba los labios y fantaseaba con que las manos que la tocaban no eran las suyas sino las de Él. Cogió una de las velas que la alumbraba y comenzó a echarse cera por los pechos; sus pezones se pusieron duros. Entreabrió los ojos para ver el color de la cera sobre su piel, le gustaba el contraste. Siguió echándose cera y sumergiendo y restregando su mano por su sexo. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba con uno de sus juguetes en la mano. Lo chupaba como si aquel falo fuera el de Él. Lo lamía y luego se lo metía en la boca. Estaba muy caliente. Mientras se penetraba con aquel consolador seguía echándose cera por encima. Puso las piernas en los bordes de la bañera para meterse aquel miembro de plástico lo más profundo que pudiera. ¡Dios, cómo le gustaría que fuera Él el que la estuviera follando y no un pedazo de plástico! No podía apartar Su imagen de su cabeza. Se pellizcaba los pezones y se daba palmadas en el clítoris mientras se follaba con fuerza. Estaba perdida en los placeres de la carne, ni tan siquiera se daba cuenta de que el agua se estaba saliendo de la bañera debido a sus movimientos. Le daba igual, solo quería correrse. Cogió de nuevo una vela y mientras seguía metiéndose el consolador por su sexo se echo cera en la pierna y la levanto para que ésta escurriera hacia su sexo. Estaba a punto, se iba a correr. Se le vino a la cabeza su propia imagen reflejada en el espejo, a cuatro patas y con la espalda llena de cera y Su semen. Fue demasiado. Se corrió.
Se sumergió en el agua unos instantes y al salir respiró profundamente. Cuando abrió los ojos y se vio sintió vergüenza, vergüenza de ser capaz de masturbarse de ese modo con tan solo pensar en Él.
De pronto un mensaje. Era Él. Iba hacia su casa. Se levanto. No sabía qué hacer. El agua le escurría por su cuerpo desnudo. Salió de la bañera y se miró al espejo, estaba sonrojada y despeinada. Se arregló un poco el pelo y se envolvió en una toalla. En ese momento sonó el timbre. Ya había llegado. Corrió a la puerta y le abrió. “No esperaba encontrarte así, la verdad”. Dijo Él. “Ya, bueno, es que...” balbuceó ella. “No pasa nada” contestó Él con una sonrisa mientras entraba en casa y cerraba la puerta tras de sí.
Se quitó la chaqueta y se sentó en un sillón. Ella no se había movido. Estaba allí de pie, mirándole, sin saber qué hacer ni qué decir. Le parecía incluso más imponente que la primera vez que le había visto. “Quítate la toalla y date una vuelta. Hace días que no te veo y quiero observarte y comprobar que todo está donde lo dejé”, le dijo Él guiñándole un ojo. Ella dejó caer la toalla al suelo y se giro para Él. “¿Sabes? A mí también me apetece un baño. ¿Me muestras el camino?”Ella sonrió y asintió. Se dio media vuelta y se dirigió al baño. Al llegar se dio cuenta de que no había recogido nada. La bañera, aunque estaba vacía, tenía restos de cera y el consolador en el fondo la delataba. “Vaya vaya. Parece que he llegado un poco tarde. Bueno, ahora me lo compensas, ¿verdad?”, le inquirió Él. “Claro Señor, por supuesto. Yo solo...” se apresuró a contestarle ella. “Shhhhh. Tranquila. Prepárame el baño. Yo mientras iré a descansar un rato” la cortó Él.
Se quedó allí sola, de rodillas frente a la bañera, con un sentimiento de culpa por lo que acababa de hacer. Por no haberse preocupado en tener todo preparado por si a Él se le ocurría ir a su casa. Por haber pensado en su propio placer en lugar de preocuparse en prepararse para Él. Se sentía estúpida. Pero estaba dispuesta a que eso no volviera a pasar. Estaba dispuesta a compensárselo y haría todo lo que pudiera para ello. Estaba ansiosa por demostrarle lo contenta que estaba de que la hubiera vuelto a buscar y lo ansiosa que estaba por satisfacer sus deseos.

El ansiado Encuentro

Le conocía ya de hacía tiempo y siempre le había atraído su manera de ser, la forma en que la trataba y en modo que tenía de ver el BDSM. Tenía el punto justo de maldad, severidad y cariño que ella buscaba en un Dominante. Era comprensivo a la par que rudo. Se preocupaba tanto por sus sumisas como por su propio placer. Tenía todo lo que a ella le gustaba en un Amo.  A menudo había fantaseado con servirle, pero nunca habían llegado a hacer realizar ese sueño. Ese día iba a ser diferente. Hoy había quedado con Él. Esperaba poder demostrarle por fin todo lo que estaba dispuesta a ofrecerle.  No sabía qué ponerse para la ocasión. Él no le había dado ninguna indicación al respecto y ella no quería defraudarle, deseaba impresionarle. Al fin y al cabo se trataba del momento que llevaba meses e incluso años esperando. Quería que todo fuera perfecto. Finalmente optó por una falda negra de raso que resaltaba sus formas y un top de cuero granate con una cremallera juguetona que dejaba ver lo conveniente en cada momento. Naturalmente no llevaba ropa interior, tan solo unas medias sujetas por un liguero. Se sentía provocativa vestida de esa forma. Le gustaba sentirse así. Decidió no maquillarse demasiado, sólo lápiz y máscara de pestañas negras con un toque de luz en los ojos, unos polvos para unificar su tez y brillo en los labios para hacerlos mas carnosos y apetecibles. Por fin se acercaba el momento, en menos de una hora se iba a producir el esperado encuentro.  Salió de casa y comenzó a caminar hacia la cafetería en la que habían quedado. Sus botas de tacón repiqueteaban sobre los húmedos adoquines del suelo. Acaba de para de llover y la calle se había llenado de gente, gente que la miraba y que se giraban a su paso. No había duda de que había elegido bien la ropa.  Cuando llegó a la cafetería Él aún no estaba, de modo que sentó a una mesa y esperó. Apenas habían pasado diez minutos de la hora convenida, cuando Él apareció por la puerta. Ella bajó la mirada. Él se sentó frente a ella y le dijo “¿Estás contenta?” A ella le sorprendió la pregunta y casi por instinto levantó la cabeza sin querer. Sus miradas se cruzaron por un instante. Inmediatamente bajó de nuevo la cabeza avergonzada y contestó: “¿Sí Señor?”. Él le indicó que se levantara y fuera a pedirle algo de beber. Mientras ella esperaba en la barra a que le sirvieran notaba como Su mirada la recorría de arriba abajo. Volvió a la mesa con la bebida. Le temblaban las piernas y las manos. Puso la bebida sobre la mesa y Él le indico que se sentara a Su lado.  Había ocurrido, por fin estaba junto a Él y a punto de entregarse por completo. Un hormigueo le recorría el estómago y no era capaz de relajarse. Él se dio cuenta en seguida, la conocía muy bien, de modo que la invitó a dar un paseo. Salieron de la cafetería. Al principio ella iba a su lado, pero Él prefirió que caminara delante. La quería observar andar. Recorrieron dos manzanas y al llegar a una plaza le indicó que se metiera en un portal. La condujo por unas escaleras y bajaron a un sótano. Él abrió la puerta y le dijo: “Adelante, no tengas miedo, pasa.” Estaba oscuro y no sabía muy bien a donde la había llevado. Permaneció quieta junto a la puerta mientras Él cerraba la puerta y se adentraba en la habitación. Encendió una pequeña luz y algunas velas y subió la persiana de la única ventana que había en el cuarto. En ese momento, cuando la luz le permitió ver lo que había en la habitación se dio cuenta de dónde estaba; era Su mazmorra. Unas cortinas violetas cubrían una de las paredes, había una cama con sábanas negras en el centro de la habitación, con una alfombra de pelo blanca a los pies. Bajo la ventana una estantería exhibía una magnífica colección de vibradores, plugs, consoladores, bolas vaginales y anales, huevos, etc. En otra de las paredes, junto a una gran cruz de madera colgaban esposas, grilletes y cadenas de diferentes longitudes y materiales. Una mesa cubierta de cristal dejaba ver la colección de fustas, palas, látigos y otros utensilios usados para azotar. Era la habitación que ella llevaba tiempo soñando con tener.  Él se sentó en un sillón que había junto a la cama y le hizo una seña para que se acercara. Sin levantar la cabeza fue hasta Él y se arrodillo a sus pies. Notó como Él sonreía y la miraba. Él alargó el brazo y cogió algo de un cajón de la cómoda que tenía al lado. Ella no distinguió a ver de qué se trataba y no se atrevió a levantar la vista para mirar. Él se incorporó en su asiento, se acercó a ella y comenzó a acariciarle el cabello. Se sentía muy inquieta; ilusionada, ansiosa, débil, vulnerable. Él le colocó algo alrededor del cuello, era una correa negra de cuero, notaba el tacto de cuero sobre su piel, lo olía. Él continuó acariciándola, el pelo, el rostro… Le pasó los dedos por los labios. “Me gustan esos labios”, dijo Él. Ella notó como se sonrojaba. No sabía que decir ni qué hacer, pero no pasaba nada, Él sabía muy bien lo que quería. Le enganchó una cadena a la correa y ató el extremo a la pata del sillón. La atrajo hacia sí con un brusco tirón de la cadena pero sin dejar de acariciarla. Estaba de rodillas, vestida frente a Él y con Su miembro oculto bajo el pantalón a la altura de su boca. Le ordenó que se desnudara para Él. Ella dudó por un instante si ponerse de pie para hacerlo o no, pero finalmente optó por mantener la postura. Se desabrochó la falda, dejó que cayera sobre el suelo y después se la quitó del todo, la dobló y la colocó a su lado. Después bajó la cremallera del top y se lo sacó lentamente. Lo puso sobre la falda, bien doblado y ordenado. Echo mano al liguero para retirarse las medias y Él le dijo que prefería que se las dejara puestas. La observó así por un instante y después le ordenó que le desabrochara el pantalón. Ella acercó sus manos a la cremallera, pero Él la detuvo: “No, no, no. Las perritas buenas lo hacen con la boca no con las patas.” Ella se sonrojó y se reprochó no haberse dado cuenta de ese detalle. Acercó su boca a Su entrepierna, podía sentir su olor… Ladeó la cabeza y con los dientes le desabrochó el botón, luego con la boca le bajó la cremallera. El miembro que tanto tiempo había deseado acariciar estaba frente a ella y no pudo evitar mirarlo con ojos de deseo. “Lo deseas, ¿verdad?” dijo Él viéndole la lujuria en los ojos. “sí Señor” contestó ella avergonzada de mostrar su deseo tan evidentemente. Él le recorrió el cuerpo con sus manos, ella comenzaba a excitarse y no podía ocultárselo. Él puso Su mano sobre su cabeza y la acercó a su miembro aún más. “Demuéstrame las ganas que tenías de que llegara este momento; de estar frente a mi como una perra cualquiera. Adelante, ¡demuéstramelo!” Acercó sus labios a Su miembro y comenzó a lamerlo suavemente, como una perra lavando a sus cachorros. Con las manos lo masajeaba con dulzura mientras poco a poco se lo iba metiendo en la boca. Pasados unos instantes Él dijo: “No te olvides de nada.” En ese momento ella se dio cuenta que había olvidado adorar una parte. Inmediatamente empezó a chuparle los testículos. Se metía uno en la boca y jugueteaba con la lengua, sin dejar de mover su mano a lo largo de Su falo. Le gustaba, le encantaba notar el miembro creciendo entre sus manos. Se sentía más tranquila que hacía unas horas, cuando trataba de imaginarse el encuentro y los temores la asaltaban.  No se atrevía a mirarle, pero quería hacerlo…Alzó los ojos tímidamente y sus miradas se cruzaron. Él sonrió. “Me gusta perrita, sigue” Le encantó oír esas palabras y continuó aún con más ganas. De pronto escuchó un ruido. Era Él que abría de nuevo el cajón. Le tomo las manos y se las esposó a la espalda. “Tu sigue a lo tuyo, no dejes lo que estás haciendo.” Le puso una venda sobre los ojos y le apartó la cabeza de Su entrepierna. “Ya has tenido suficiente.” Escuchó cómo Él se levantaba del sillón y caminaba por la habitación. “Sígueme” le dijo. Ella titubeó un instante, no conocía la habitación y temía tropezar con algo. Él se impacientaba: “Vamos perra, ¡sigue mi voz!” Ella apoyó las manos en el suelo y comenzó a gatear por el cuarto tratando de encontrarle. No le resultó sencillo, de hecho chocó con alguna cosa, pero al final Le encontró. “Buena perrita”, dijo Él mientras le acariciaba la cabeza. “Ahora espera aquí quietecita.” Confiaba tanto en Él que apenas sentía temor por lo que le pudiera deparar. Escuchó como Él corría la cortina y el chasquido de una cerilla. La tomó por la cadena y la guió hasta detrás de la cortina. Allí la tomó en brazos y la colocó sobre un potro. Estaba frío y el tacto de la piel rozando su sexo la hizo estremecerse. “Tranquila, confía en mi.” “Soy toda suya Señor”, le respondió ella llena de dulzura. “Sí, eres Mía, y vas ha desear serlo de por vida”, añadió Él. Entonces le quitó las esposas y ató cada una de sus extremidades a cada una de las patas del potro. Notó como Él daba unos pasos hacia atrás. Debía de estar contemplando su imagen. Tumbada sobre el potro, atada de pies y manos, con su culo al aire justo en el borde. Se sonrojó de la vergüenza que le producía imaginarse a sí misma en aquella postura. Nunca pensó que algún día viviría esa escena. Y menos aún con Él. Un escalofrío le recorrió la espalda al notar como Él derramaba cera caliente sobre su cuerpo. El tacto de la cera caliente sobre su piel siempre la había excitado, pero ese día era más intenso, probablemente porque era consciente de que era Él quien la estaba derramando. Recorrió con gotas de cera toda su espalda hasta llegar a las nalgas, allí se entretuvo más tiempo. Ella se retorcía de placer. De pronto noto una fuerte sacudida en su culo; la estaba azotando y le gustaba; les gustaba a los dos. Tardó un rato en darse cuenta de que era una pala lo que Él estaba usando para marcarla. Era la primera vez que sentía una pala sobre su piel. Era una sensación nueva. Y le gustaba. Lo estaba disfrutando. Él notaba como ella se excitaba cada vez más, sus gemidos la delataban. Continuó derramando cera sobre su cuerpo y azotándola un rato más. Después la amordazó y continuó golpeándola con la pala.  De pronto silencio. Él se había detenido. Ella quiso decirle que siguiera. Quiso implorarle que continuara, pero la mordaza de su boca no se lo permitía. Estaba mojada, estaba a cien y quería que Él continuara dominándola, pero no. Él había decidido sentarse a observar aquel cuerpo cubierto de cera y esas nalgas sonrojadas. “Que bella imagen”, dijo Él y continuó deleitándose un rato.  Cuando notó que ella empezaba a enfriarse le quitó la mordaza de la boca y puso Su miembro en su lugar. “Chupa.” Esas fueron todas sus palabras. Al principió le costó respirar con Su falo en la boca, pero no tardó en acostumbrarse. Él se limitaba a estar quieto y ella se esforzaba por moverse para complacerle. Después Él tomo el mando y comenzó a follarle la boca bruscamente. Las embestidas de Su miembro hacían que ella se deslizara sobre el potro. Volvía a mojarse, estaba muy excitada y quería más.  Cuando Él se cansó volvió a amordazarla y se dirigió a su culo. Aún estaba rojo, ella podía sentir todavía el calor de la pala sobre su piel. Él escupió en su ano e introdujo su polla en el. Ella trató de encorvarse pero no podía. Habría gemido, pero tampoco podía. No podía hacer nada, tan solo dejarse someter por Él. La folló todo cuanto quiso. “Te gusta, ¿verdad? Lo estás disfrutando, ¿no perra?” Notaba como Él aceleraba el ritmo, las embestidas era más fuertes y profundas cada vez. Los líquidos resbalaban por su sexo. Dios, ¡cómo le estaba gustando! Cuando Él ya estaba a punto de correrse la desató, le quitó la mordaza y la venda de los ojos y le dijo: “ponte a cuatro patas y disfruta viendo cómo te uso.” Se encontró frente a un gran espejo. Lo que veía la avergonzaba. Estaba en el suelo, como una perra, ruborizada, llena de cera y Él la sodomizaba sin contemplaciones. Noto Su semen caliente sobre su espalda y después en su cara. “Ahora mírate, mírate bien.” Ella no acertó a moverse, tan solo miraba la imagen que el espejo le devolvía. Allí estaba ella, en una de las posiciones que más le gustaban a Él y con restos de sometimiento y entrega por todo su cuerpo.  Ella no lo sabía aun, pero esa imagen se le quedaría grabada para siempre. La imagen de la primera vez que se entregó a Él por completo y que Él la tomo como Suya.  Seguía con los ojos clavados en su reflejo y entonces, como en un sueño le escuchó decir: “Descansa perrita, esto sólo ha sido el principio.”   

Una vez más Él.

Una vez más Él.

Por fin ha comenzado el frío. Llego a casa después de un duro día. Sólo me apetece descansar. Me tumbo en el sofá. Enciendo la televisión, no hay nada interesante, de modo que bajo el volumen y la dejo encendida para que el destello de la pantalla y su murmullo me hagan compañía. Me acerco a la cocina y abro una botella de vino. Me sirvo una copa y me vuelvo al sofá. Acerco la mesa auxiliar y enciendo el ordenador. La bandeja de entrada de mi correo está llena... da igual, ahora no me apetece leerlos. Voy dando pequeños sorbos a la copa de vino mientras navego distraida por internet. La calefacción está encendida y empiezo a tener calor. Me desabrocho la blusa y me quito la falda. Me encanta sentir el tacto del cuero del sofá sobre mi piel. Es refrescante. Cierro los ojos y me delito con esa sensación. Comienzo a pasarme la mano suavemente por mi cuello, me acaricio los pechos y bajo hacia mis muslos. Continuo durante un rato acariciándome el cuerpo. Me gusta. Disfruto. Empiezo a sentirme excitada. Cierro los ojos y veo Su imagen. Está ante mi. Desnudo. Observándome. No me atrevo a mirarle. Me acerco despacio hacia Él. Me arrastro por el suelo hasta quedar a sus pies. Me despojo de la ropa interior. Tan sólo me cubren unas medias. Continuo tocándome, acariciándome. Me acerca un vibrador para que juegue con él. Lo cojo y me lo meto en la boca. Lo lamo, lo chupo. Depués me lo introduzco poco a poco en la vagina. Entra muy bien. Estoy muy mojada. Mientras lo meto y lo saco acaricio mi clítoris con los dedos. Empiezo a jadear. No puedo evitarlo. Él me mira y sonrie. Sigo masturbándome para Él. Me pellizco los pezones hasta que se ponen duros y rojos. Él se acerca a mi y aumenta la potencia del vibrador. No puedo evitar retorcerme de gusto en el suelo. Me pongo roja. Una mezcla de vergüenza y placer se apodera de mi. No consigo abrir los ojos. No quiero. Me da vergüenza. Voy a correrme. Entonces Él se acerca y me indica que pare y que me ponga de espaldas. Le obedezco sin rechistar. Me pongo a cuatro patas ofreciéndole una espléndida vista de mi trasero. Apoyo la cabeza en el suelo y me dispongo a descansar aunque sólo sea un segundo. Pero no puedo. Noto como su mano se estrella contra mis nalgas. Suelto un gritito y vuelvo a mojarme. Él me tapa la boca y continua azotándome mientras yo me pongo cada vez más cachonda. De vez en cuando me obsequia con alguna que otra caricia que recorre mi espalda desde el cuello hasta mis nalgas y que acaba en otro sonoro cachete. Continua asi un buen rato hasta que decide vendarme los ojos con un pañuelo y esposarme las manos a la pata de la mesa que tengo ante mi. Permanezco en la misma posición. Él parece que se ha ido. Pasan los minutos y comienzo a estar ansiosa. De pronto siento como me penetra el ano. Trato de girarme. Pero es inútil. Él me lo impide y además llevo los ojos vendados. Cada vez sus embestidas son más fuertes. Yo jadeo. Él no emite ningún sonido, sólo se escucha su cuerpo contra mis nalgas. Pasa sus manos bajo mi cuerpo y comienza a acariciarme los pechos con fuerza. Me duelen, pero me gusta. De pronto para. Me desesposa de la mesa y me esposa las manos a la espalda. Me quita el pañuelo de los ojos y me ncuentro de rodillas con su miembro a la altura de mi boca. Se lo que espera de mi. Saco mi lengua y comienzo a lamer su polla. Bajo hasta sus huevos y me los meto en la boca. Los chupo. Vuelvo a su miembro y comienzo a chupar. Me lo meto todo en la boca. A estas alturas ya he perdido la vergüenza y miro de reojo hacia arriba de vez en cuando con cara de viciosa. Me encanta y Él lo sabe. Él me coje la cabeza con las manos para marcarme el ritmo que le gusta. Yo sigo chupando y lamiendo. Metiendome toda su verga en la boca y lamiendo con cuidado la punta. Cuando tiene suficiente vuelve a ponerme a cuatro patas y me la clava de nuevo. Esta vez no tiene miramientos. Quiere correrse en mi culo. Yo estoy como loca. Lo estoy deseando. Me encanta sentirle dentro de mi. Sigo con las manos esposadas a la espalda y no puedo agarrarme a nada. Mi cuerpo se bambolea de delante atrás con cada una de sus arremetidas. Voy a estallar. No puedo evitar gritar. Me voy a correr. Él se mueve más rápido cada vez. Comienzo a sentir su leche dentro de mi. Rápidamente me da la vuelta y termina de correrse encima de mi. Con su permiso le limpio con mi boca. Él me sonrie y yo le doy las gracias.

Cuando abro los ojos Él no está alli. Yo estoy en el suelo, empapada de sudor y tan solo con las medias puestas. No hay esposas, ni pañuelo, ni vibrador. Todo ha sido mi imaginación.  

Y si...

Y si...

Y si la vida no es lo que nos prometieron…

Y si la vida no es como esperábamos…

Y si la vida nos enfrenta cada día a retos nuevos…

Y si la vida no resulta ser tan fácil…

Y si nosotros no somos lo que los demás creen…

Y si nosotros decidimos actuar según nuestros instintos…

Y si decidimos vivir lo que nos gusta y lo que nos apetece…

Y si no nos guiamos por las reglas de la “mayoría”…

Y si decidimos luchar…

Y si decimos ganar cada día una pequeña batalla…

Y si decidimos que cada segundo cuenta…

Y si decidimos que al final, incluso de lo malo se aprende…

Y si nos consideran extraños…

Y si somos extravagantes…

Y si no practicamos lo convencional…

Y si somos diferentes….

¿Y si resulta que a nosotros todo esto nos gusta?

Resulta que nosotros vivimos nuestra vida, la que nosotros elegimos, y el resto es posible que esté demasiado sumergido en la de los demás para disfrutar de la suya.

Laura la Dominanta

Aqui les dejo un relato de un amigo. Espero que lo disfruten y que de ese modo la vuelta a la rutina no sea tan dura para aquellos que retoman en estos días sus "tareas" ^_^

LAURA LA DOMINANTA

Laura había decidido ir esa mañana de julio a la playa, iba a ir a una cala que había cerca de donde ella vivía , era una cala nudista aunque también iban a veces mujeres a tomar el sol con la braguita del bikini u hombres en bañador. Quería relajarse, era su primer día de vacaciones. Llegó y mientras se quitaba la ropa pudo observar delante suyo tumbada al sol y completamente desnuda a su compañera de trabajo. Lo que conocía de ella no indicaba que fuera tan desinhibida como para ir a una playa nudista pero la verdad tampoco conocía mucho de ella.

Se acercó a donde ella estaba sigilosamente para observar y pudo ver un piercing en el ombligo que la sobrecogió, era el símbolo de la D/s, eso si que fue una sorpresa mayúscula. Laura sabía lo que significaba porque ella misma se había introducido hacía un año en ese mundillo como dómina tanto de hombres como mujeres. Ana lo había descubierto hace poco de la mano de su último novio y la encantaba aparte de que su novio la había “obligado” a acostarse con una mujer.

Laura se fue a su bolso, cogió su ropa y se fue a tumbarse a una zona desde donde podía observarla sin miedo y la llamó al móvil. Cambió la voz para que Ana no la descubriera y la ordenó:

Hola perrita, ya veo que te gusta exhibir tu cuerpo de zorra a la cara de todo el mundo, se donde trabajas y se quien eres, por lo que creo viendo tu comportamiento necesitas una Ama que te dome y te haga obedecer, así que lo primero que vas a hacer es coger tu ropa y cambiarte de sitio e ir a la pared de roca que tienes a cincuenta metros delante de ti. Si lo haces será la señal de que te entregas a mi sin condiciones.

Ana sintió una punzada de placer en su coño y notó como una oleada de calor subía desde su coño hasta hacerla ponerse muy cachonda. Obedeció al pie de la letra sobre todo porque la excitaba que la Ama supiera donde trabajaba y supiera cosas de ella. Llegó a la pared y se tumbó como la habían indicado tapando sus ojos con una especie de gafas de plastico que la impedían ver. En toda la playa había apenas veinte personas cuando sonó el tono de mensaje del móvil.

Era un MMS, abrió el mensaje y vió un coño y una orden coge la ropa y vete al lado de la gruta XXXXXXXX , ella obedeció y cuando llegó a ella una voz de dentro que la hizo arrodillarse y colocar las manos a la espalda y la cabeza gacha. La voz se iba acercando hasta estar a escasos centímetros de ella. Laura la cogió del pelo indicándola con un gesto que la debía de saludar lamiendo sus pies. Ana obedeció y se dedicó a la tarea con placer. Para realizarlo Laura la había colocado unas esposas, ya estaba completamente a su merced.

Ahora la mandó que se levantara y la mirara a los ojos. Fue como si hubiera visto una visión al principio horrible por el miedo a que fuera una persona que la conocía tan bien, de hecho era su mejor amiga en el trabajo y últimamente hasta su confidente sobre todo cuando ella había roto con su novio, conocía de ella todo menos su vida sexual pero a la vez la sensación fue enormemente placentera y ella sintió que cualquier cosa que la fuera a mandar la iba a cumplir.

Laura se alejó de su amiga para admirarla y pudo ver su cuerpo desnudo que nunca había visto. Ana era de pelo castaño, ojos marrones, labios sensualmente carnosos, pechos turgentes de pezones con las aureolas grandes y rosas, culo redondo de carnes prietas pero generoso y pubis recortado. Ahora la veía así tan desprotegida que antes de azotar su culo se acercó elevando su barbilla con la mano y acariciando sus labios con los suyos la besó en un suave primero y luego lujurioso beso.

Sus lenguas se fundían mientras las dos se abrazaban y metían mano, Laura la acariciaba en el coño y notó como si en vez de vulva tuviera una gran ostra completamente gelatinosa. Ahora que vió que la perrita se relajaba pasó a tomar la iniciativa. La separó de ella y la hizo ponerse a cuatro patas y ella se tumbó delante para acercándola la hizo que la comiera el coño como una autentica zorra.

Ana no tenía mucha experiencia pero si muchas ganas de complacer así que acercó la punta de la lengua a los muslos de Laura y haciendo pequeños círculos iba secando las gotas de fluido que habían rodado por la piel desde su conejito empapado. La lengua se movía como si fuera una serpiente buscando un tesoro hasta que llegó al perineo y allí lamía muy lenta y suavemente primero para luego aumentar la velocidad y el radio de acción tocando solamente un poco el coño y luego el ano también.

Laura se estaba volviendo loca de placer y eso que solamente había comenzado su sumisa a hacer su trabajo. Con una mano acercó la bolsa de la playa y cogió algo de su interior, una cosa blanda pero a la vez tiesa, veinte centímetros de látex rosa que de un solo golpe y sin avisar introdujo en el coño de la perrita. Ana se estremeció ante la intima invasión. Laura sintió que la lengua de Ana se movía más rápido ya no solo en los labios vaginales sino que habían atrapado ya su clítoris y jugaban con él como si fuera el botón apretando el cual el orgasmo viniera como si fuera un vecino que saliera a abrir.

Laura sintió venir el orgasmo de una forma tan brutal que folló todavía con más ansia el coño de Ana con el juguetito mientras la lamía el coño con lujuria y pasión. Ana se había movido hasta haberse situado antes en un perfecto 69. Laura se levantó dejando el consolador en el coño de su amiga vibrando al máximo de su potencial. La hizo ponerse sobre sus rodillas y la fue azotando con la mano abierta en cada nalga.

Primero suaves azotes para poner la piel ligeramente rosada para luego ir poco a poco poniéndola más roja. Cuando ya el color era un rojo subido y notaba el calor en la piel de su sumisa cogió un cono de la bolsa y chupandolo como si fuera una polla de látex lo fue introduciendo poco a poco en el culo de su perrita. Primero solo entraba unos pocos centímetros para luego ir cada vez entrando más trozo hasta que logró colocar la zona más ancha en el culo de su amiga.

La zorra de Ana se cayó en la arena por los espasmos de un orgasmo que hizo que perdiera las fuerzas. Comprendió con su entrega que a partir de ahora su relación con su compañera de trabajo iba a ser aparte de agradable muy placentera al fin y al cabo era su jefa. Laura era ginecóloga y Ana su enfermera. Laura esta vez la hizo ponerse en cuclillas y la hizo que orinase delante de un grupo de chicas que estaban tomando el sol desnudas al otro lado de donde ella estaban.

Ana obedeció y cuando hubo terminado Laura se acercó y como recompensa la secó la última gota que se filtraba de su húmedo coñito con la lengua y sentándose a su lado la besó mientras con una mano pellizcaba los pezones de la chica y con la otra la masturbaba lo mismo que hacía Ana. Estuvieron así masturbándose mutuamente hasta que como si fuera por un impulso supremo estallaron las dos corriéndose a la vez.

Este relato es imaginario pero va dedicado a dos chicas lectoras mías que una está atraída por la dominación y la otra por la sumisión y que me inspiraron para este relato, si queréis podéis escribirme, sobre todo mujeres a:

Picante100@hotmail.com

La Fiesta

Nunca había ido a una fiesta fetish y la verdad es que no sabía muy bien qué esperarme. Mi Amo me había indicado qué ponerme para la ocasión, había escogido un vestido de licra negro lleno de cremalleras, tan corto que poco dejaba a la imaginación. Al principio me sorprendió que me dijera que me pusiera las bragas que tenía a juego con dicha vestimenta, unas con cremallera, pero más tarde entendería el porqué…

Antes de salir comenzaron los preparativos, primero el baño al Amo. Un baño caliente con espuma. Yo estaba desnuda de rodillas junto a la bañera mientras frotaba a mi Amo suavemente con una esponja, después me indico que me metiera en la bañera para que le sirviera de almohada y así lo hice, me puse detrás de El, y se recostó sobre mi pecho mientras yo con mis manos recorría su cuerpo. Cuando se hubo cansado de aquello me recordó que su miembro requería unos cuidados especiales, de modo que dejé una toalla doblada para que le sirviera de reposa cabeza, me situé frente a El y comencé a masajearle la entrepierna con la mano. Notar como el miembro de mi Amo crece y se pone duro entre mis manos es una sensación que me encanta, pero aun me gusta más sentirlo dentro de mi boca, de modo que le pedí permiso para ello; El no respondió, tan solo me guiñó un ojo. Yo agache mi cabeza y la sumergí en el agua y comencé a lamer, primero sus huevos y después su miembro que se ponía más y más duro cada vez. Al principio no aguantaba mucho rato debajo del agua, pero las manos de mi Amo sobre mi cabeza me obligaban a aguantar cada vez un poco más. Yo estaba muy excitada y El lo notó, de modo que me ordenó que parase de inmediato y que le aclarase. Una vez que salió de la bañera le di un masaje por todo el cuerpo y cuando El se dio cuenta de que mi excitación ya había bajado un poco me ordenó que me pusiera a cuatro patas y me penetró hasta que los dos quedamos satisfechos.

La ropa que mi Amo iba a vestir aquella noche ya estaba sobre la cama, de modo que fui a buscarla y le vestí lentamente. Después me tocaba a mi prepararme.

Mientras me vestía mi Amo estuvo sentado en una butaca en la esquina de la habitación observándome, sabe lo incómoda que me siento cuando me observan y le encanta verme en ese estado mezcla de nerviosismo y excitación… Tardé más de lo normal en arreglarme, siempre siguiendo las órdenes que mi Amo me había dado: pelo suelto, poco maquillaje, mejillas sonrosadas y labios rojos, medias con blonda, zapatos de tacón y por supuesto el collar de paseo. Yo aun estaba excitada, veía a mi Amo y quería más, pero sabía que no era el momento, de modo que contuve mis instintos y continué acicalándome para El.

Ya estábamos los dos preparados cuando de pronto alguien llamó a la puerta. Mi Amo me indicó que fuera a abrir y aunque tal y como iba vestida me daba mucha vergüenza, no se me pasó por la cabeza decirle que no. Me acerqué a la puerta y abrí. Ante mi había una pareja de chicos amigos de mi Amo. Se quedaron algo sorprendidos al ver mi apariencia, pero mi Amo apareció en seguida detrás de mí y les invitó a pasar. Tomamos una copa en casa antes de salir y ninguno de ellos hizo ningún comentario acerca de mi atuendo, pero por sus miradas estaba claro que les impactaba. Mi Amo estaba disfrutando con aquella situación, yo no sabía qué decir ni cómo ponerme, si me sentaba el vestido casi se me subía hasta la cintura (menos mal que esta vez mi Amo me había permitido llevar ropa interior), y si me quedaba de pie parecía el artículo de una subasta. Cada vez que miraba de reojo a mi Amo veía un brillo en sus ojos, le gustaba notar la vergüenza que estaba pasando. Por suerte eso no duró mucho. Cuando mi Amo dijo que ya nos íbamos, sentí cierto alivió, tenía ganas de llegar ya a la fiesta, pero ¡oh ilusa de mi! ; no íbamos a ir directamente a la fiesta, mi Amo tenía otros planes.

Cogimos un taxi en el que a regañadientes me tuve que sentar delante junto al taxista, que no dejo de mirarme las piernas y fuimos a un bar al que mi Amo solía ir con sus amigos. Estaba claro, quería verme pasarlo mal (en el buen sentido) y desde luego quería exhibirme. Al principio me sentí engañada, pero pronto se me pasó esa sensación. Los hombres que allí estaban me miraban de reojo sin atreverse a aguantar mi mirada, y las mujeres que los acompañaban cuchicheaban unas con otras mirando hacia mi. Estuvimos allí cerca de media hora, treinta minutos que a mi se me hicieron eternos, pero en los que mi Amo no dejó de vigilarme con la mirada en ningún momento. Yo estuve sentada en un taburete todo el tiempo siguiendo instrucciones de mi Amo y cualquiera que me mirara podía ver perfectamente mis piernas y mis nalgas por debajo del vestido; mis pechos luchaban por bajar la cremallera que los retenía; era una auténtica provocación y a mi terminó gustándome. Los dos chicos que habían estado en casa fueron los encargados de darme conversación en todo momento, puesto que mi Amo se quedó alejado de la escena observando. Yo le miraba de vez en cuando por si me daba alguna indicación, pero no lo hizo, lo único que quería era verme mientras me sentía observada por toda aquella gente.

Cuando salimos de allí ninguno de los dos dijo nada sobre todo lo que había sucedido, tan solo me dio un dulce beso y me cogió de la mano mientras nos dirigíamos a la fiesta. Los dos habíamos disfrutado de aquella situación, cada uno a su manera y no hacía falta decir nada ^_^

Llegamos al lugar donde se celebraba el evento. Había algunas jaulas y tarimas con una barra en el medio y algun@s sumis@s estaban ya siendo exhibidos en ellas, al fondo, junto a la barra unas cortinas daban paso a otra sala: la mazmorra. En la mazmorra uno podía encontrar todo cuanto quisiera, sillas de bondage, cruces, potros, enganches, cualquier cosa; y además tenían a disposición de quien lo desease un repertorio de fustas, paletas, esposas, látigos y demás artículos. Mi Amo y yo nos dirigimos hacia la barra, pedimos algo para beber y me indicó que le esperara allí, dejó amarrada mi correa a unos enganches que había en la barra y se fue a hablar con una persona que estaba al final de la barra. Cuando volvió yo estaba hablando con una pareja que se me habían acercado que resultaron ser conocidos suyos, se trataba de un Ama con su sumiso. Tuvimos una animada charla durante la cual mi Amo estuvo metiéndome el dedo en mi ano; al principio yo pegué un bote, no me lo esperaba, pero luego poco a poco me fui relajando y lo fui disfrutando ^_^ Pasaba la noche y mi Amo me fue presentando a más gente, conocí a mas esclav@s y sumis@s con los que intercambié ideas y a Amos que mi Amo me presentaba. Las cremalleras de mi vestido habían sido bajadas poco a poco por mi Amo, pero a mi no me había importado, me sentía bien, me sentía a gusto. Después de un rato mi Amo me llevó a una mesa y me indicó que adoptara mi postura de sumisa en el suelo junto a El. No tardaron en acudir la pareja que había conocido al principio, y mientras mi Amo charlaba animadamente con el Ama, el sumiso y yo seguimos las indicaciones de nuestros respectivos Am@s; él se puso de pie, con las manos esposadas a la espalda y yo de rodillas frente a él comencé a chupar su miembro. No era la primera vez que lo hacía delante de mi Amo, pero sí delante de tanta gente, de modo que para no pensar en ello, en la cantidad de gente que me podía estar viendo, cerré los ojos y me puse a ello. Al principio era un sentimiento de resignación, pero poco a poco comencé a disfrutarlo. El chico parecía que ya estaba acostumbrado, ya que no disimuló en ningún momento los gemidos ni trató de disimular como se aceleraba la respiración; cuando ya me comencé a sentir más cómoda abrí los ojos y miré a mi Amo, continuaba charlando con el Ama, pero me miraba y sonreía, cuando volví a mirar al chico sentí que había más gente mirando y ¡vaya si la había! De pronto paré en seco, estábamos rodeados de gente y eso me paralizó; mi Amo en seguida se dio cuenta y se acercó a mi, me acarició y me empujó suavemente la cabeza indicándome que continuara, mientras me susurraba que lo estaba haciendo muy bien y que después me daría mi premio. Sus palabras me tranquilizaron algo y continué, pero aunque cerraba los ojos, podía sentir las miradas de todas aquellas personas, era una sensación de lo más extraña, era como si absolutamente todo el mundo que allí había nos estuviera mirando, me sentía como una atracción de feria. Intenté no pensar, seguí a lo que estaba y de pronto noté una mano en mi trasero, instintivamente traté de girarme para ver quien era, pero una mano sobre mi cabeza me lo impidió; la mano continuó acariciando mi culo mientras yo seguía chupándole el miembro a aquel chico; ¡me estaba gustando aquello, estaba disfrutando! La misteriosa mano paso a acariciarme el clítoris y note como algo se movía a la entrada de mi vagina, era un vibrador; no me lo podía creer, pero era cierto, lo que estaba sucediendo era real, de modo que decidí abstraerme y disfrutar lo más que pudiera. El vibrador no paraba de jugar en la entrada de mi conejo cada vez más húmedo, mientras la mano alternaba azotes con caricias en mi trasero; yo seguía chupándole el miembro a aquel chico, que cada vez respiraba más y más deprisa, notaba como comenzaba a salir liquido de su pene. Entonces el vibrador se introdujo en mi vagina y comenzaron a moverlo, yo trataba de moverme, de jugar con el aparato, pero a la vez estaba disfrutando de los azotes que sentía en mis nalgas. Tenía los ojos cerrados cuando sentí como el chico sacaba su miembro de mi boca y se corría en mi cara, entonces apoyé mis manos en el suelo, me puse a cuatro patas y comencé a moverme para sentir el vibrador bien dentro de mi; los azotes se intensificaron y yo estaba disfrutando mucho. Como surgido de la nada vi a mi Amo frente a mí, sentado en una silla, observando y sonriendo. Quería hablar, decirle algo, pero no podía, estaba demasiado caliente y excitada; estaba a punto de correrme. Cuando ya no podía más comencé a gemir y a arquear mi cuerpo y note como el vibrador se movía más y más, cada vez lo sentía más dentro, más al fondo, se acompasaba con los azotes, hasta que por fin mi Amo me hizo un gesto de aprobación y entonces me corrí. Bajé la cabeza y me acurruqué en el suelo, me sentía sucia, aliviada, pero sentía mucha vergüenza, no me atrevía a levantarme, no me atrevía a levantar la cabeza… Note una mano que me acariciaba la espalda, era mi Amo, me susurró que no pasaba nada, que había estado muy bien y que estaba orgulloso de mi; esas palabras me alegraron y le miré, le sonreí y me incorporé; le seguí y volví a adoptar mi postura de sumisión junto a El en la mesa.
Nunca supe quien había estado detrás de mí ese día, nunca se lo pregunté a mi Amo y El nunca me lo dijo. Eso no tiene importancia. El estuvo allí en todo momento, sabía que yo disfrutaría de aquello tanto o más que El y lo preparó para los dos. Cuando llegamos a casa recibí mi premio, pero eso ya es otra historia ^_^

La Fiesta

Nunca había ido a una fiesta fetish y la verdad es que no sabía muy bien qué esperarme. Mi Amo me había indicado qué ponerme para la ocasión, había escogido un vestido de licra negro lleno de cremalleras, tan corto que poco dejaba a la imaginación. Al principio me sorprendió que me dijera que me pusiera las bragas que tenía a juego con dicha vestimenta, unas con cremallera, pero más tarde entendería el porqué…

Antes de salir comenzaron los preparativos, primero el baño al Amo. Un baño caliente con espuma. Yo estaba desnuda de rodillas junto a la bañera mientras frotaba a mi Amo suavemente con una esponja, después me indico que me metiera en la bañera para que le sirviera de almohada y así lo hice, me puse detrás de El, y se recostó sobre mi pecho mientras yo con mis manos recorría su cuerpo. Cuando se hubo cansado de aquello me recordó que su miembro requería unos cuidados especiales, de modo que dejé una toalla doblada para que le sirviera de reposa cabeza, me situé frente a El y comencé a masajearle la entrepierna con la mano. Notar como el miembro de mi Amo crece y se pone duro entre mis manos es una sensación que me encanta, pero aun me gusta más sentirlo dentro de mi boca, de modo que le pedí permiso para ello; El no respondió, tan solo me guiñó un ojo. Yo agache mi cabeza y la sumergí en el agua y comencé a lamer, primero sus huevos y después su miembro que se ponía más y más duro cada vez. Al principio no aguantaba mucho rato debajo del agua, pero las manos de mi Amo sobre mi cabeza me obligaban a aguantar cada vez un poco más. Yo estaba muy excitada y El lo notó, de modo que me ordenó que parase de inmediato y que le aclarase. Una vez que salió de la bañera le di un masaje por todo el cuerpo y cuando El se dio cuenta de que mi excitación ya había bajado un poco me ordenó que me pusiera a cuatro patas y me penetró hasta que los dos quedamos satisfechos.

La ropa que mi Amo iba a vestir aquella noche ya estaba sobre la cama, de modo que fui a buscarla y le vestí lentamente. Después me tocaba a mi prepararme.

Mientras me vestía mi Amo estuvo sentado en una butaca en la esquina de la habitación observándome, sabe lo incómoda que me siento cuando me observan y le encanta verme en ese estado mezcla de nerviosismo y excitación… Tardé más de lo normal en arreglarme, siempre siguiendo las órdenes que mi Amo me había dado: pelo suelto, poco maquillaje, mejillas sonrosadas y labios rojos, medias con blonda, zapatos de tacón y por supuesto el collar de paseo. Yo aun estaba excitada, veía a mi Amo y quería más, pero sabía que no era el momento, de modo que contuve mis instintos y continué acicalándome para El.

Ya estábamos los dos preparados cuando de pronto alguien llamó a la puerta. Mi Amo me indicó que fuera a abrir y aunque tal y como iba vestida me daba mucha vergüenza, no se me pasó por la cabeza decirle que no. Me acerqué a la puerta y abrí. Ante mi había una pareja de chicos amigos de mi Amo. Se quedaron algo sorprendidos al ver mi apariencia, pero mi Amo apareció en seguida detrás de mí y les invitó a pasar. Tomamos una copa en casa antes de salir y ninguno de ellos hizo ningún comentario acerca de mi atuendo, pero por sus miradas estaba claro que les impactaba. Mi Amo estaba disfrutando con aquella situación, yo no sabía qué decir ni cómo ponerme, si me sentaba el vestido casi se me subía hasta la cintura (menos mal que esta vez mi Amo me había permitido llevar ropa interior), y si me quedaba de pie parecía el artículo de una subasta. Cada vez que miraba de reojo a mi Amo veía un brillo en sus ojos, le gustaba notar la vergüenza que estaba pasando. Por suerte eso no duró mucho. Cuando mi Amo dijo que ya nos íbamos, sentí cierto alivió, tenía ganas de llegar ya a la fiesta, pero ¡oh ilusa de mi! ; no íbamos a ir directamente a la fiesta, mi Amo tenía otros planes.

Cogimos un taxi en el que a regañadientes me tuve que sentar delante junto al taxista, que no dejo de mirarme las piernas y fuimos a un bar al que mi Amo solía ir con sus amigos. Estaba claro, quería verme pasarlo mal (en el buen sentido) y desde luego quería exhibirme. Al principio me sentí engañada, pero pronto se me pasó esa sensación. Los hombres que allí estaban me miraban de reojo sin atreverse a aguantar mi mirada, y las mujeres que los acompañaban cuchicheaban unas con otras mirando hacia mi. Estuvimos allí cerca de media hora, treinta minutos que a mi se me hicieron eternos, pero en los que mi Amo no dejó de vigilarme con la mirada en ningún momento. Yo estuve sentada en un taburete todo el tiempo siguiendo instrucciones de mi Amo y cualquiera que me mirara podía ver perfectamente mis piernas y mis nalgas por debajo del vestido; mis pechos luchaban por bajar la cremallera que los retenía; era una auténtica provocación y a mi terminó gustándome. Los dos chicos que habían estado en casa fueron los encargados de darme conversación en todo momento, puesto que mi Amo se quedó alejado de la escena observando. Yo le miraba de vez en cuando por si me daba alguna indicación, pero no lo hizo, lo único que quería era verme mientras me sentía observada por toda aquella gente.

Cuando salimos de allí ninguno de los dos dijo nada sobre todo lo que había sucedido, tan solo me dio un dulce beso y me cogió de la mano mientras nos dirigíamos a la fiesta. Los dos habíamos disfrutado de aquella situación, cada uno a su manera y no hacía falta decir nada ^_^

Llegamos al lugar donde se celebraba el evento. Había algunas jaulas y tarimas con una barra en el medio y algun@s sumis@s estaban ya siendo exhibidos en ellas, al fondo, junto a la barra unas cortinas daban paso a otra sala: la mazmorra. En la mazmorra uno podía encontrar todo cuanto quisiera, sillas de bondage, cruces, potros, enganches, cualquier cosa; y además tenían a disposición de quien lo desease un repertorio de fustas, paletas, esposas, látigos y demás artículos. Mi Amo y yo nos dirigimos hacia la barra, pedimos algo para beber y me indicó que le esperara allí, dejó amarrada mi correa a unos enganches que había en la barra y se fue a hablar con una persona que estaba al final de la barra. Cuando volvió yo estaba hablando con una pareja que se me habían acercado que resultaron ser conocidos suyos, se trataba de un Ama con su sumiso. Tuvimos una animada charla durante la cual mi Amo estuvo metiéndome el dedo en mi ano; al principio yo pegué un bote, no me lo esperaba, pero luego poco a poco me fui relajando y lo fui disfrutando ^_^ Pasaba la noche y mi Amo me fue presentando a más gente, conocí a mas esclav@s y sumis@s con los que intercambié ideas y a Amos que mi Amo me presentaba. Las cremalleras de mi vestido habían sido bajadas poco a poco por mi Amo, pero a mi no me había importado, me sentía bien, me sentía a gusto. Después de un rato mi Amo me llevó a una mesa y me indicó que adoptara mi postura de sumisa en el suelo junto a El. No tardaron en acudir la pareja que había conocido al principio, y mientras mi Amo charlaba animadamente con el Ama, el sumiso y yo seguimos las indicaciones de nuestros respectivos Am@s; él se puso de pie, con las manos esposadas a la espalda y yo de rodillas frente a él comencé a chupar su miembro. No era la primera vez que lo hacía delante de mi Amo, pero sí delante de tanta gente, de modo que para no pensar en ello, en la cantidad de gente que me podía estar viendo, cerré los ojos y me puse a ello. Al principio era un sentimiento de resignación, pero poco a poco comencé a disfrutarlo. El chico parecía que ya estaba acostumbrado, ya que no disimuló en ningún momento los gemidos ni trató de disimular como se aceleraba la respiración; cuando ya me comencé a sentir más cómoda abrí los ojos y miré a mi Amo, continuaba charlando con el Ama, pero me miraba y sonreía, cuando volví a mirar al chico sentí que había más gente mirando y ¡vaya si la había! De pronto paré en seco, estábamos rodeados de gente y eso me paralizó; mi Amo en seguida se dio cuenta y se acercó a mi, me acarició y me empujó suavemente la cabeza indicándome que continuara, mientras me susurraba que lo estaba haciendo muy bien y que después me daría mi premio. Sus palabras me tranquilizaron algo y continué, pero aunque cerraba los ojos, podía sentir las miradas de todas aquellas personas, era una sensación de lo más extraña, era como si absolutamente todo el mundo que allí había nos estuviera mirando, me sentía como una atracción de feria. Intenté no pensar, seguí a lo que estaba y de pronto noté una mano en mi trasero, instintivamente traté de girarme para ver quien era, pero una mano sobre mi cabeza me lo impidió; la mano continuó acariciando mi culo mientras yo seguía chupándole el miembro a aquel chico; ¡me estaba gustando aquello, estaba disfrutando! La misteriosa mano paso a acariciarme el clítoris y note como algo se movía a la entrada de mi vagina, era un vibrador; no me lo podía creer, pero era cierto, lo que estaba sucediendo era real, de modo que decidí abstraerme y disfrutar lo más que pudiera. El vibrador no paraba de jugar en la entrada de mi conejo cada vez más húmedo, mientras la mano alternaba azotes con caricias en mi trasero; yo seguía chupándole el miembro a aquel chico, que cada vez respiraba más y más deprisa, notaba como comenzaba a salir liquido de su pene. Entonces el vibrador se introdujo en mi vagina y comenzaron a moverlo, yo trataba de moverme, de jugar con el aparato, pero a la vez estaba disfrutando de los azotes que sentía en mis nalgas. Tenía los ojos cerrados cuando sentí como el chico sacaba su miembro de mi boca y se corría en mi cara, entonces apoyé mis manos en el suelo, me puse a cuatro patas y comencé a moverme para sentir el vibrador bien dentro de mi; los azotes se intensificaron y yo estaba disfrutando mucho. Como surgido de la nada vi a mi Amo frente a mí, sentado en una silla, observando y sonriendo. Quería hablar, decirle algo, pero no podía, estaba demasiado caliente y excitada; estaba a punto de correrme. Cuando ya no podía más comencé a gemir y a arquear mi cuerpo y note como el vibrador se movía más y más, cada vez lo sentía más dentro, más al fondo, se acompasaba con los azotes, hasta que por fin mi Amo me hizo un gesto de aprobación y entonces me corrí. Bajé la cabeza y me acurruqué en el suelo, me sentía sucia, aliviada, pero sentía mucha vergüenza, no me atrevía a levantarme, no me atrevía a levantar la cabeza… Note una mano que me acariciaba la espalda, era mi Amo, me susurró que no pasaba nada, que había estado muy bien y que estaba orgulloso de mi; esas palabras me alegraron y le miré, le sonreí y me incorporé; le seguí y volví a adoptar mi postura de sumisión junto a El en la mesa.
Nunca supe quien había estado detrás de mí ese día, nunca se lo pregunté a mi Amo y El nunca me lo dijo. Eso no tiene importancia. El estuvo allí en todo momento, sabía que yo disfrutaría de aquello tanto o más que El y lo preparó para los dos. Cuando llegamos a casa recibí mi premio, pero eso ya es otra historia ^_^

El cielo está nublado

El cielo está nublado El cielo está nublado, las estrellas se esconden tímidas a la luz de la luna y a nuestros ojos. El firmamento es de un color azul oscuro, tan profundo, lejano, distante...
Te dejas llevar por su inmensidad, y ves que es bello, pero ¿el qué es bello? Sigues flotando y lo ves claro en esa inmensurable oscuridad; lo bello es aquello en lo que crees, lo que te hace disfrutar un momento y seguir al siguiente sin cansarte. Te sientes bien ahí arriba, ¿por qué?.... Sí, porque estás a solas y puedes mostrarte como eres sin temor a defraudar o molestar; en este momento eres tú, lo que importa eres tú, en lo que crees es en ti, todo lo que existe eres tú, y todo ello gracias a tan sólo un instante de egoísmo y un préstamo temporal de ese inmenso cielo azul. Ahora ya no flotas, estás abajo, y las estrellas asoman a la luz de la luna. Caminas distraída, paseas por lugares que no te importa si son fríos o cálidos, si te traen recuerdos dulces o amargos, porque ahora lo que te importa sigues siendo tú, pero tu persona presente, no la pasada; sino esa que ha resurgido y ha vuelto, ha bajado del cielo para ser mejor, para ser ella misma. Sigues andando, cada vez el camino se hace más oscuro, pero tu no tienes miedo, al contrario, a cada luz que a tu alrededor se apaga, una seguridad despierta en tu interior; y ves que en el cielo, allá arriba, las estrellas brillan con más intensidad; a cada momento que pasa más oscuro es tu camino, más brillantes las estrellas y entre ambos, tú cada vez más segura de ti misma. Porque te has alejado de tu entorno; has cerrado los ojos y has creído estar aislada de toda esa competencia que te rodea día a día, que te obliga a luchar contra todo y contra todos; que te hace decir cosas que no sientes; que te hace desear lo ajeno, anhelar todo aquello que has dejado ir... Pero no, ahora no hay lucha, competencia ni lamentos, porque en este momento has vuelto a la vida, y nada podrá contigo. Adiós al pasado; saludemos al futuro, pues al presente ya lo conocemos y aliado nuestro se ha vuelto. Crees en ti, te importas tú y te gustas tú. Ahora empiezas a disfrutar de la vida; el antiguo presente que tú tenías por enemigo, es ahora pasado; y tu fiel compañero es el presente que te acompañará eternamente hasta presentarte a tu anhelado futuro.