Blogia
Una sumisa

Con el tiempo...Suya

Con el tiempo...Suya

“Lo que engancha del BDSM no es el dolor, la humillación o la dominación, sino tener a alguien con quien ser uno mismo y no tener que esconderse.” (@sumisa_aka)

 

Como todo el mundo imagino, cuando llegué a este mundo estaba perdida y la mayoría de las cosas que me atraían tenían más que ver con lo físico y con las imágenes que encontraba por las redes que con aspecto más mentales. Con el tiempo fue descubriendo mis propios gustos, mis propias predilecciones y fui tachando otras que a priori podían haberme resultado excitantes, pero que una vez me acerqué a ellas descubrí que no solo no me satisfacían sino que además me desagradaban. También sucedió lo contrario, me apasionaron prácticas que jamás hubiera imaginado que me pudieran resultar placenteras. Supongo que a cualquiera que se adentre en este maravilloso mundo le habrá sucedido algo similar.

Pero seguía estando equivocada, muy equivocada. La experiencia y los años te regalan algo muy valioso, que es el poder conocer, experimentar y sobre todo poder verlo todo en la distancia pasado el tiempo y descubrir que las cosas no eran exactamente como yo las veía en mi mente. No entraré ahora en analizar, o más bien en explicar todas esas situaciones y prácticas que ahora veo no me llenaban ni satisfacían y que además considero que algunas no eran las apropiadas para mí y que me, lejos de aportarme felicidad y alegrías, me restaron, poco a poco fueron haciendo que me alejara de mis propias necesidades y deseos y me creara falsas ideas y gustos en mi mente. Quizás alguien se pregunte cómo es posible crearse falsas necesidades, falsos gustos…pero es muy posible y me temo que más habitual de lo creemos. Imagino que una gran parte de reside en esa necesidad irrefrenable de querer satisfacer a toda costa, incluso pasando por encima de una misma, de sus propios gustos, necesidades y principios.

Con el tiempo fui descubriendo que el BDSM, para mí, no consiste en eso. Para mí el BDSM consiste precisamente en esa frase que introduce este escrito, en poder ser uno mismo, dejarse llevar, vivir, sentir…pero no a cualquier precio. No niego que haya quienes se puedan sentir enganchados a cualquier práctica dentro de este mundo, dolor, humillación, sometimiento, privación de sentidos o voluntad, cualquiera, pero no es mi caso. Yo de hecho me “desenganché” del BDSM, durante un tiempo cualquier práctica quedó relegada, no me interesaba, sabía lo que se sentía, y a mí eso de por sí no es lo que me llenaba, no lo necesitaba, no lo deseaba.

Con el tiempo me di cuenta de que en efecto era encontrar a esa persona lo que sí me mantenía aún ligada al BDSM, no me interesaba si un dominante había tenido sumisas o no, no me interesaba saber si le avalaban años de experiencia o no, no me interesaba su pasado, me interesaba su presente, la persona, sus anhelos, sus sentimientos, sus inquietudes y por encima de todo eso me interesaba lo que yo pudiera despertar en esa persona y ella en mí. ¿De qué me servía a mí una persona experimentada que no era capaz de entenderme, comprenderme ni hacerme sentir, eso ya lo había conocido? ¿Para qué una persona con unas habilidades y destrezas en prácticas si yo no me sentía segura y deseosa al practicarlas con él? Aclaremos llegados a este punto que no soy masoquista, no disfruto con el dolor per se, por lo que difícilmente va a complacerme que un dominante cualquiera, avezado en las artes del látigo por ejemplo, se deleite haciéndolo chasquear sobre mi piel una y otra vez sin no existe de por medio una relación previa.

Con el tiempo fui poco a poco haciéndome a la idea, la idea de que esto no es para mí, no al menos si pretendía vivirlo a mi manera, porque, como reza la frase del comienzo, si tengo que esconderme no es BDSM para mí. Limitarlo todo a lo que se vive entre cuatro paredes no es para mí, necesito, quiero no tener esos límites físicos, poder vivirlo en cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier situación, y no todo el mundo está dispuesto a algo así y tampoco lo comparte.

Y finalmente, con el tiempo, esa persona apareció. 

Con el tiempo se acercó a mí, con paciencia, con delicadeza y educación.

Con el tiempo fue metiéndose en mi vida, en mi día a día.

Con el tiempo fue derribando todas y cada una de las barreras que otros me instaron a levantar a lo largo de estos años.

Con el tiempo fue enseñándome a conocerle.

Con el tiempo permitió que yo misma me fuera descubriendo.

Con el tiempo hizo que sin yo saberlo, despertara de nuevo.

Con el tiempo volvió a despertar en mí el deseo, el deseo más básico y carnal. El deseo de sentir, de soñar, de servir, de arrodillarme ante Él y simplemente ser.

Con el tiempo…al final todo acaba siendo cuestión de tiempo, tiempo para conocer, tiempo para confiar, tiempo para curar heridas y tiempo para volver a vivir.

Tiempo es todo lo que tenemos por delante, tiempo de entrega, tiempo de disfrutarnos, a nuestra manera, tiempo para compartir, tiempo para experimentar, tiempo para sentirnos.

Y tiempo, poco, muy poco, es el que falta para que definitivamente y ante Él me arrodille y desaparezca la última barrera que nos tiene separados y llamarme Suya. En realidad sé que ya lo soy, soy Suya porque cada palabra pronunciada, cada mensaje recibido y cada imagen compartida me lo recuerdan en forma de sonrisa en la cara y humedad entre mis piernas. Cada mañana al despertar, cada noche al acostarme y apagar la luz es Su presencia la que me acompaña.

Ese vacío que fue creándose en mi interior con el paso del tiempo ha desparecido, ahora está Él ocupándolo.

Él es ese alguien con quien puedo ser yo y no esconderme, con quien puedo ser la niña caprichosa, la puta descarda, la payasa de sonrisa encantadora, la zorra insaciable y la más fiel de las perras que nadie pueda imaginar.

Vuelvo a ser yo, en toda mi esencia, sin peros, sin disculpas, sin remordimientos, sin dudas ni preguntas. Entera, plena, completa y entregada. Suya, Suya Amo Petrus.

0 comentarios